jueves, junio 28, 2007

Las forzadas caras de plástico

La finalidad de un retrato era captar lo esencial de la o las personas que estaban representadas. Un rasgo, un detalle en particular que iba a sobresalir del resto y que los buenos pintores sabían armonizar con los demás elementos presentes en la obra. La mujer que dormita, pintada por Johannes Vermeer, por ejemplo, traslada a una quietud que invita al espectador a apenas acercarse a la obra y eso, caminando de puntitas, porque la chica que está allí, para siempre recostada en su costado izquierdo y con la cabeza detenida por su mano, echa un capullo, puede despertarse. No sabemos si el pintor lo hizo a propósito o si en el contrato que estipulaba el encargo de la pintura el cliente exigió tales características; pero sí, aquella serena joven, con la cabeza inclinada, los ojos cerrados y el brillo de sus aretes apenas sugerido, puede incitar a encontrar todos los detalles que plasmó el pincel de aquel artista.

¿Cuántas veces no lo ha prendado el personaje de un retrato? Y en un mural, siempre tenemos un fragmento al que admiramos en particular, porque habrá una razón o un sentimiento que nos orilla. Por supuesto, haga un ejercicio y recuerde la pintura que más le agrada, la que le gustaría tener en la sala de su casa pero que no queda más remedio que verla en el museo o en los libros de arte. Ahora figúrela con sus detalles y de ese personaje retratado (que no es lo mismo que fotografiado) ¿qué es lo que más le agrada o le intriga o le decepciona? Uno puede invertir cuarenta minutos para recorrer diez salas de un museo de arte o bien, pasarse las horas frente a un cuadro en particular. En la novela “Réquiem”, por ejemplo, el personaje de Antonio Tabucchi no se cansa de volver a uno de los cuadros más inquietantes realizados por El Bosco: Las tentaciones de San Antonio.

Estamos de acuerdo, hasta el momento, que la pintura es para admirarse, para ser acariciada con los ojos. Que lo de Vermeer o El Bosco hayan tenido finalidades diferentes y terminaran en museos, es sólo cuestión de enfoques y acarrearía una larga discusión. La ventaja o desventaja es que son obras únicas e irrepetibles

Pero si durante estos días sucediera una hecatombe, como la que se ve en la película del director español Juan Carlos Fresnillo (28 weeks later, y que en México se tradujo por el anodino Exterminio 2) y el planeta se vaciara de humanos —los animales más dañinos— y en algún momento llegaran naves del espacio exterior y aterrizaran en Xalapa, los extraterrestres quedarían anonadados. Supongo, total que imaginar no cuesta, que comprenderían muy bien la importancia de los museos y las galerías de arte y que se mearían de la risa nada más de ver la propaganda política. Y es que fíjese, los que ahora contienden por los huesos, huesitos y huesotes querrán mucho a la ciudad (eso dicen y luego arrasan bosques, claro, de su propiedad) pero de ecologistas no tienen ni la remota idea, aunque esta fuera del tamaño de un comino.

¿Ya caminó por las calles céntricas y las principales avenidas de Xalapa? Ah que en un dos por tres me dice los nombres de los candidatos y cuál sonríe más bonito y cuál se ve menos ratero y cuál pareciera que no es cínico y cuál se ha dado baños de pueblo y cuál tiene concluida al menos la preparatoria abierta y cuál… Tan románticas que eran las bardas pintadas, flamantes, las letrotas rojas rojas, o azules azules, o amarillas amarillas, o anaranjadas anaranjadas… pues no, ora chiguémonos porque el cielo se nos tapizó de caras y no precisamente hechas a pelo de pincel, sino a “fotoshop”.

¿Y cuánto apuesta que tardarán allí colgadas las caras de los que parecen apóstoles de la democracia o miembros de la liga de decencia? ¿Un año o hasta que las inclemencias de este cambio climático pudran los hilos con que se amarraron los plásticos? Pero no, ahora la moda son los pendones y como en grandes cantidades debe salir en una bicoca mandar imprimir pinche mil veces la misma cara, ¿para qué regresar a la antigua usanza de las bardas, que además hay que pagar a los rotulistas? Un botonazo a máquina “triplimitificadora” y allí están los candidatos que cómo le tienen amor a la ciudad.


miércoles, junio 27, 2007

Elenita Poniatowska, la ganona

Foto: Ricardo Ramírez Arriola

François Ozón es uno de los cineastas más controvertidos y menos introvertidos. En lo particular, sus filmes me parecen de un acercamiento aterrador al epicentro de la naturaleza humana, porque él dirige su mirada hacia zonas o situaciones a las que jamás quisiéramos volver. Pero también da trazas de humor ácido y en su largometraje “La piscina” (2003), una estupenda Charlotte Rampling, que hace el papel de una escritora de novelas policíacas, discute con su editor sobre los premios literarios y le dice: “Tú me has enseñado que los premios son como las hemorroides, tarde o temprano uno termina adquiriéndolos”.

Desconozco si Elena Poniatowska tiene aquellas afecciones, pero lo que sí nos consta es que el siglo XXI le ha sonreído con aquello de los premios. En el año 2001 la editorial Alfaguara le otorga el Premio de Novela, al siguiente año recibe el Premio Nacional de Ciencias y Artes y ayer, 26 de junio, el jurado que dictaminó la XV edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, eligió la novela “El tren pasa primero” y nombró ganadora a la “Poni”, como se le conoce en los círculos literarios. La escritora mexicana —a quién erróneamente la portada de la edición electrónica de El País, llamó “poeta”— recibirá el premio el día 2 de agosto, en la ciudad de Caracas y consiste en: diploma, medalla y cien mil dólares.

No fue simple, la novela de Poniastowska compitió con otras 227 del panorama literario hispanoamericano, siempre y cuando fueran publicadas entre el 1 de enero de 2005 y el 31 de diciembre de 2006. La princesa Elena Poniatowska —tiene un título nobiliario, no es mote— no fue la única mexicana que concursó en esta emisión del premio, lo que habla muy bien de la factura de su novela. Fíjese, también iban, por mencionar a los más conocidos: Aline Petterson, Carmen Boullosa, Francisco Martín Moreno, Jorge Volpi, Alberto Ruy Sánchez, Vilma Fuentes, Ignacio Solares, Federico Reyes Heroles, Ana Clavel, Bárbara Jacobs, Gonzalo Celorio, Élmer Mendoza, Martín Solares, Ignacio Padilla, Enrique Serna, Pedro Ángel Palou y Guillermo Fadanelli; en total fueron 43 participantes mexicanos, es decir, casi el 20% de los candidatos. Sencillo no fue. Sin duda, esto habla muy bien del nuevo panorama de la narrativa mexicana y en un país de tan escasos lectores, es como para echar campanas al vuelo. Pero nadie saldrá con sombrero de charro o de campesino revolucionario, con la bandera mexicana pintada en las mejillas, a “medios chiles” y gritando: Viva México.

Antes de seguir, ¿cuál es la importancia del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos? Independientemente de los cien mil dólares, fue creado en 1964 con la finalidad de honrar y perpetuar la obra del novelista venezolano Rómulo Gallegos. ¿Le suena desconocido? Quizá, si le menciono el título de la novela que más difusión ha tenido caiga en la cuenta, si no la ha leído posiblemente conozca la historia en versión fílmica: “Doña Bárbara”, escrita en el año de 1929. Pues bien, en la actualidad este premio es bienal y se otorga a partir de 1967, el primero en recibirlo fue Mario Vargas Llosa, por su novela “La casa verde”.

Revisemos quiénes lo han ganado, eso también nos dará una idea de la importancia de este galardón. En 67, Vargas Llosa; en 1972, Gabriel García Márquez; en 1979, Carlos Fuentes; en 1982, Fernando del Paso; en 1987, el argentino Abel Posse; en 1989, el colombiano Manuel Mejía Vallejo; en 1991, el venezolano Arturo Úslar Pietri; en 1993, el argentino Mempo Giardinelli; en 1995, el español Javier Marías; en 1997, Ángeles Mastreta; en 1999, Roberto Bolaño; en 2000, Enrique Vila-Matas; en 2003, Fernando Vallejo; en 2005 fue Isaac Rosa. Ahora la Poni. 4 mexicanos galardonados.

Pero como tiene su parte de puja, entérese: de las 228 novelas que participaron, 58 (poco más del 25%) fueron postuladas por la editorial Alfaguara. Cosas que pasan.



martes, junio 26, 2007

El año entrante, con favor de dios


No se pudo... primero sincerémonos. ¿Cuántas veces hemos escapado de alguna de las siguientes frases?: “Antier estaba a punto de llamarte por teléfono, pero que bueno que te vi hoy”. “Yo soy disciplinado, lo que pasa es que no me lo propongo, pero ya verán”. “Voy a endeudarme con esta televisión, total, mi compadre me va a pagar en seis meses”. “No andes pidiendo favores, ¿para qué me tienes a mí?”. “Vámonos al paseo, vida sólo hay una y ya dios dirá”. “Me muero de la cruda, pero lo bailado no me lo quita nadie”. “Justo ahora estaba por llevarte ese martillo que me prestaste”. “Algún día se van a arrepentir de no haberme dado esa oportunidad”. “Al cabo que ni quería”. “Con su pan se lo coman”. “Nunca me había pasado, te lo juro”. “Me tienen envidia”. “Nomás la puntita”.

Si pertenecemos a un país que ahora rebosa en tarjetas de crédito y que siempre ha tenido reinas de feria, de semana del estudiante, de la tercera edad, flores más bellas del ejido, diputados analfabetas, trapecistas que terminan despachando en el Senado y monstruosidades por el estilo, ¿por qué hemos de aterrarnos cuando la única esperanza que nos queda es precisamente en que algún día, por muy remoto que sea, las cosas nos saldrán bien?

Y es que a veces se nos va en pensar en factores de milagro o de suerte. La lógica se la dejamos a las profesoras mal encaradas y si algo sale bien fue: suerte, chiripazo, un momento de inspiración, gustarle al que evaluaba, parentesco con el funcionario o en el último de los casos y lo que también es sólo presunción, ser “muy cabrones” o “pasarnos de verga”. Tan acostumbrados estamos a la pachanga, que si algo sale como estaba planeado, no hay momentos para detenerse a reflexionar que si el resultado fue positivo quizá se deba a que las cosas se hicieron bien o inclinadas hacia la mayor probabilidad del efecto deseado. No. Ya chingamos. Nos sonrió desde el cielo una hermosa mañana y a festejar con los cuates a presumirle a quien se deje engatusar.

¿Por qué seguimos creyendo que bastan millones de espectadores atentos a la pantalla del televisor para que gane el equipo de fútbol que representa a una selección nacional? Las caguamas, chicharrones, rezos y banderines pintados en los cachetes de los aficionados no aumentan el rendimiento físico de los jugadores en la cancha. Que un comité al que se le ocurrió no descartar a Chichen-Itzá de ser una de las veintidós candidatas a las nuevas siete maravillas del mundo no significa que el patrimonio nacional precolombino está a salvo del deterioro al que la mayoría de ese tipo de monumentos está expuesto. Pero qué orgullo ser mexicanos, cantar el himno con la mano en el corazón y esperar los milagros que nos permita la virgencita. A ver si el año que viene se nos hace.

lunes, junio 25, 2007

Desde hoy, revista cultural en la radio


Xalapa-Enríquez es una ciudad que puede tener motes impuestos por la costumbre o por administraciones que han tomado a la cultura como parte de su demagogia. Tenemos que la costumbre la designa “La ciudad de las flores” y que una probable imposición la tilda como “La Atenas veracruzana”. Lo cierto es que se trata de una ciudad habitada por aproximadamente medio millón de personas cuyas actividades, en su mayoría, corresponden a la administración pública y a la academia.

Sede de los poderes del gobierno del estado de Veracruz, de la Universidad Veracruzana, de Institutos de Investigación y epicentro de las actividades artísticas de la región Golfo de México, Xalapa es un centro neurálgico para el asentamiento de creadores y un polo de atracción para estudiantes. Esto crea un ambiente de alta cultura en una ciudad que carece de los medios adecuados para la promoción y divulgación de las actividades académicas, artísticas, recreativas y culturales.

Tan sólo en 2006, por dar un ejemplo, en la ciudad se registró el estreno de más de 50 obras de teatro. Buenas o malas, montadas por grupos profesionales, escolares o de aficionados, ninguna de las obras estrenadas excedió las cuarenta funciones, pese a que el costo de los boletos osciló entre donativos voluntarios y los cien pesos (no cuento las obras que vienen de la ciudad de México). ¿Falta de público? ¿Calidad dudosa en los espectáculos? ¿Promoción endeble?

Por otra parte. La radiodifusión hablada en México es un gigante que despierta para atender a un público que requiere información, análisis y comentarios sobre las actividades más relevantes de una sociedad. Si bien esta audiencia no carece de programas noticiosos, que dan cuenta acerca de las pulsiones que conforman el ideario cotidiano a nivel nacional (las grandes cadenas dedican programas especializados para casi todos los niveles que conforman a la “cultura”: política, deportes, sucesos policiacos, economía y finanzas, arte y espectáculos, salud y finalmente, entretenimiento) en los ámbitos locales y regionales, la audiencia únicamente tiene oportunidad de acceder a los noticiarios dedicados a las actividades políticas y de administración y gestión gubernamental.

La “Cultura” —entendida aquí como la difusión noticiosa de programas cuyos ejes rectores son las actividades académicas, artísticas y recreativas— no tenía, en las radiodifusoras locales, espacios reservados o creados para tal divulgación. Bajo esta consideración, surge el programa Arte y Parte, Arte, sociedad y cultura en tus oídos, que llegará al público para mantenerlo informado sobre las actividades que se generan en la ciudad de Xalapa y alrededores.

Concebir un programa de esta naturaleza no sólo persigue la divulgación (a manera de “noticiario cultural”) sino la creación de un espacio alternativo para la audiencia que no prefiere barras de contenido político, deportivo o de ocio. Y a partir de este lunes 25 de junio, el grupo Avanradio a través de la estación Conexión 610, abre un nuevo espacio en el que un servidor y un grupo de amables colaboradores trataremos de discutir y de encontrar los derroteros artísticos, culturales y académicos de la ciudad.

Arte y Parte, se concibe para una población que tiene una oferta variada pero una escasa demanda. Así, el formato del programa está planeado para ofrecer bloques: noticiosos, de divulgación y de análisis. Se trata de una “revista hablada” cuya finalidad es derribar las etiquetas que conciben a la “cultura” como un producto de élites o como un acontecer al que sólo tienen acceso los iniciados o los diletantes. Y si por escrito uno jamás elude la posible incomodidad que puede sugerir el tratamiento de un tema, con la boca floja y ante los micrófonos, venga usted a enterarse de todo lo que puede suceder. Por eso, a partir de hoy, los lunes, martes, jueves y viernes, usted ya tiene otra opción: dejar a un lado la revista o el libro que lee, o apagar la televisión, o conducir a casa y en lugar de escuchar pura música y recados de amor, sintonice el 610 de amplitud modulada y relájese. Del otro lado, en vivo, desde las nueve hasta las diez de la noche, escuchará que hablamos de encuentros y despedidas, ciencia, historia contemporánea, cine internacional, literatura, poesía, historia y cine mexicano, escritores latinoamericanos, música que rara vez se escucha en el cuadrante y por supuesto, los testimonios de los creadores que nos hacen pensar que a pesar de todo, vivimos en un fragmento del Paraíso.

Eso sí… no se espere seriedad absoluta… ¿alguien prohibió reírse en los intermedios? Sobre aviso, no hay engaño.


viernes, junio 22, 2007

480 años sin Maquiavelo

A Javier Ortíz

Siglo XIII europeo. Está a punto de terminar la Edad Media. Italia (el país que ahora conocemos como tal) cuenta con el mayor número de ciudades. Los núcleos más poblados eran Milán y Venecia, con noventa mil habitantes; en Firenze habitan unos sesenta mil; en Roma, treinta mil. Los negocios ciudadanos van unidos a una nueva mentalidad y comienza allí la bullicia del comercio, el dinero y la cultura. Nace el concepto de la ciudad-estado. Florencia ya es divina en su Trecento, hay tres nombres asociados a su gloria literaria: Dante Alighieri, Petrarca y Boccaccio.

Imprenta, fin del imperio Bizantino y descubrimiento de América, fueron tres acontecimientos que cimbraron a los europeos ilustrados, quienes trastocaron el orden y fundaron una nueva forma de pensar y de interpretar al orbe.

La “galaxia Gutemberg” apenas comenzaba a dominar ese nuevo mundo. Los libros impresos antes de 1500 y que hasta la fecha son denominados como “incunables”, apenas se comienzan a extender por una población que considera a la lectura (no aprendían tanto a escribir) como la nueva moda imperante. Se mencionan la existencia de métodos que aseguraban enseñar a leer en veinticuatro horas. Pues bien, de aquellos incunables, de los que se conservan, cerca de la mitad son de contenido religioso; poco más de un tercio, literatura; alrededor de un décimo, leyes; un poco menos, la ciencia o pseudo ciencia.

Italia. Quattrocento y Cinquecento. Durante el Renacimiento, Florencia era la ciudad de la “eloquentia”, un término más cercano a: “quasi in unum corpus, convenerunt scientitae omnes” (como en un solo cuerpo, se reunieron todas la ciencias), según un oscuro personaje de la época, Giovanni Tortelli. Francisco Sforza instala en su palacio a algunos sabios que han escapado a Italia tras la caída de Bizancio. La industria de la lana sustentaba entonces a las artes y las letras, actividad que seguiría durante mucho tiempo. Brunelleschi construye la catedral de Santa María del Fiore, en 1423, tras pugnar con sus rivales, obtiene poderes como “inventore e governatore della cupola maggiore”, pero se niega a explicar sus planes antes de conseguir el encargo, para que nadie pudiera imitarlo.

El 22 de junio de 1527, murió Niccoló Machiavelli, que tenía cincuenta y ocho años de edad y se trataba de un hombre que había caído en el fracaso político. Aún no sabía que su nombre sería un concepto de algo siniestro: “maquiavélico”. Mucho antes de ese año, enredado en lío público y acusado de traición, fue desterrado apenas a media legua de Florencia, su ciudad natal, se dedicaba a jugar con la gente del pueblo, a leer y a escribir. Lo dice en una carta fechada en diciembre de 1513…

“Me estoy en la aldea… Me levanto por la mañana con el sol y me voy a un bosque mío que hago talar [ cuida de sus negocios ]… Al marcharme del bosque voy a una fuente, y desde allí a un bosquecillo de pájaros; llevo bajo el brazo un libro, o Dante, o Petrarca, o uno de esos poetas menores, como Tibulio Ovidio… Luego me voy al camino, a la taberna, hablo con los que pasan, oigo cosas variadas y me fijo en diversos gustos y diversas fantasías de los hombres... [Va a comer a su casa y regresa a la taberna ] me echo a perder del todo jugando a la cricca… se arman mil peleas e infinitas ofensas… enredado entre estos piojosos, quito el moho a los sesos y desahogo la malignidad de mi suerte...”

La carta fue escrita a finales del mismo año en que a Maquiavelo le lleva seis meses escribir un tratado que aún no conoce el descuido de los grandes lectores y los políticos preparados: El príncipe. Una obra que ha recibido alabanzas y muestras de rechazo, quizá por su ambigüedad, por su descaro. En uno de los capítulos espeta una frase contundente, dice que el dilema es que los hombres “si debbono vezzeggiare o spegnere” (“se deben mimar o extinguir”) y en otro: “tutti e´ profeti armati vinsono, e li disarmati ruinorono” (“todos los profetas armados vencieron, y los desarmados fracasaron”).

Hoy hace 480 años de la muerte del autor de Il principe.

jueves, junio 21, 2007

La rebatinga por el Ivec


Poco antes de que el Tribunal Federal Electoral diera su fallo definitivo sobre la elección de gobernador en Veracruz, en el año de 2004, algunos funcionarios “culturales” ya se habían adelantado no al nombramiento del gabinete estatal, sino a los resultados sobre quién encabezaría la administración 2004-2010. Comidas, tertulias y chismes que organizaban los que aseguraban ser candidatos naturales para ocupar la dirección del Instituto Veracruzano de la Cultura (Ivec), un organismo que desde hace nueve años no está en su mejor momento y que en la presente administración ha estado en la mira de grupos y pandillas que sólo por colgarse el escapulario de “promotores de la cultura” quieren asaltar sus oficinas o bien desaparecerlo.

Cuando al fin se declaró el triunfo del entonces candidato del PRI, Fidel Herrera Beltrán, iniciaron las apuestas en serio, ¿cómo se acomodarían las piezas del ajedrez? Entonces, cuando de Ivec se hablaba surgieron los meritorios, los mártires, los necesarios, los grillos y hasta los locos. A los autoproclamados les sobraban méritos suficientes para componer la política cultural de Veracruz y no faltaron los que en las jefaturas de las secciones culturales de los medios impresos, acudieron a ofrecer “entrevistas” sin que fueran solicitadas. Los funcionarios que aún colaboraban en la saliente administración (de Miguel Alemán) actuaban con más prudencia y se limitaban a la pregunta o al comentario obvio: “Si sabes por ahí, me avisas, ¿no?”.

Llegó el gran día y el presente sexenio inició, en materia de cultura, con un pronóstico que tardó casi tres años en cumplirse: la arribada al Ivec y rápida renuncia de la titular nombrada, Esther Hernández Palacios. El gobernador Herrera Beltrán, con el anuncio de la evaluación a sus primeros cien días de gobierno y la consigna de que movería a los que no daban resultados, alentó los rumores que circulaban en el mundillo artístico, que el nombramiento de la doctora Hernández Palacios era provisional (algunos preguntaban: ¿y ella dejó un buen puesto en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, sólo para venir a pasar el rato?). En los primeros meses de su gestión ante el Ivec, ella, más que el propio instituto, estaba ante la mirada atenta de los becarios, los creadores, los descontentos y los díscolos. Las autoproclamas seguían a la orden del día.

De un mes a la fecha se reavivó el rumor, Esther Hernández Palacios se marchaba. Esto sucedió a partir de un error de agenda: la señora iba a presidir dos actos culturales el mismo día y hora, pero en la ciudad de Xalapa y otro en Veracruz. “Run-run” que sí se va porque no asistió al Museo de Antropología; pues no, estaba en el Centro Veracruzano de las Artes, en el puerto. Se desataron los diablos y este lunes se confirmó que el pasado jueves14 de junio había presentado su renuncia. Y en el estado donde las palmeras están borrachas de sol y la capital que en noches de luna huele a jazmín, bastó un día para que muchos integrantes del gremio artístico y los corrillos culturales iniciaran la puesta en marcha de la crucifixión a Hernández Palacios. Y otra vez los mesiánicos: “Yo soy el bueno”.

Ayer, miércoles 20, se adelanta en medios electrónicos lo que será la comidilla para hoy: “Esther Hernández Palacios permanecerá aún en el Ivec”. Que siempre no se va, seguirá en el instituto porque no le encuentran relevo. ¿Se trata del juego “A la rueda de san Miguel” o sólo probaban el mercurio del termómetro? Un dato final, si la funcionara se va o no, antes debe entregar el inicio y buen término de los días que se supone durará la XVI emisión de la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil, que está a punto de celebrarse. ¿Quién despide al chef antes de la cena de Navidad? Y lo que ha trascendido es que la organización de la XVI Feria está igual o peor que el Festival Internacional Junio Musical 2007. Lo de “Junio Musical” es competencia de la Universidad Veracruzana y el ingeniero Manuel Zepeda, que parece ser el único que cree en el alcance “internacional” del raquítico y deslucido festival 2007. Pero la XVI Feria del Libro es competencia del Ivec y la coordinadora del evento, quien lo organizaba desde hace 15 años, renunció en abril. Ay, la cultura oficial.

miércoles, junio 20, 2007

Harmida Rubio y el oficio de crear ventanas

Foto: Harmida Rubio

Lisboa 2003. Tiene ya mucho tiempo mirando a mi ventana… de repente parece que quisiera hacer una seña y llamar mi atención… y yo sigo haciéndome la que no lo veo, me pone nerviosa… Ahora levanta la mano y mueve un objeto blanco. Por fin dirá algo… “¡Señora, señoraaaa! Se le cayeron sus calzones”. Harmida Rubio

Universitaria de la nueva guardia. Es una arquitecta que además de entender las voces técnicas del urbanismo, emplea buena parte de las noches en liarse con las letras, para dar forma a los cientos de imágenes que le pasan por la cabeza. Arquitecta imaginadora o escritora prudente, compone cuentos como quien en la pulcra superficie del papel albanene traza líneas para dibujar un plano.

Escritora cuentista, Harmida Rubio no se amilana por los dogmas de la creación literaria. Con o sin red, salta a la república de las letras para dejar en claro que antes de análisis o hermeneúticas, el oficio de narrar conduce al mismo sitio: a un lector dispuesto a conocer una casa ajena, donde pese al orden, tiene la entera libertad de acomodar cuanto guste. Si la ficción convenciera que trata de una lógica implacable, serían escasos los lectores que se atreverían a disfrutar las glorias y desventuras que ofrece cualquier personaje. Esto lo entiende bien nuestra constructora.

Desconozco si Harmida ha colocado la primera piedra de un edificio o si diseña casas. Sé que imparte cátedra en la facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana y que se trata de una insomne sin remedio que cuando no lee o escribe, gusta de extraviarse en los mares del ciberespacio. Gracias a esos desvelos, he tenido la oportunidad de leer media docena de sus cuentos, que me parece provienen de una imaginación y creatividad: endiablada y envidiable. Sus personajes flotan en los ambientes de núcleos urbanos abigarrados, donde a pesar de todo, el detalle los salva y los caracteriza sólo para diferenciarlos de la muchedumbre a la que están expuestos.

De sus manías y espirales surgen las “Minihistoias de ventanas”, una exposición fotográfica-literaria que reporta su ánimo voyeurista de sus andanzas por el mundo. Con una capacidad de mayor invención que de indagar, Harmida Rubio expone una serie de fotografías de… ventanas que ya no pertenecen a edificios de Lisboa, Ámsterdam, Buenos Aires, Barcelona, Venecia, la ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, San Luis o Xalapa. Aunque el origen de las imágenes no está de más, la balanza se inclina a la lectura que la escritora ofrece: no más de cincuenta palabras que se transforman en primorosos o dantescos mundillos donde sólo permanecen los ecos de los seres que desde allí posaron su mirada y esperanzas.

Pero en el sentido de la invención, Harmida no va sola con sus “Minihistorias de ventanas”. Su atrevimiento, camaradería o desparpajo, la condujeron a completar su mirada con seis creadores más: Fernando Winfield, Jasibe Melgarejo, Selim Castro, Bruno Rubio, Julio Márquez y quien esto escribe. Si la escritora quería ver los puntos sobre las “íes”, los asistentes a esta muestra constatarán que cada cabeza es un mundo, una obsesión y una probabilidad. La autora-fotógrafa gravita en la órbita de la mujer que sin mostrarse sumisa, reconoce la incesante búsqueda de ellos, ella-él, los que no temen a la soledad sino al abandono.

Con esta exposición, Harmida Rubio construye y reconstruye el mito de sólo fiarse en lo que ven los ojos. El unicornio, las sirenas, los elfos; pues existen en las ilustraciones, en las imaginerás, pero no en el mundo real. El pomposo siglo XVIII vio las obras de un pensador inevitable, Georges Berkeley, el considerado idealista extremo, quien más o menos decía que el ser de las cosas se agota al ser percibidas. El mundo material sólo es percepción de quien lo enfrenta, sólo existe el yo espiritual, del que tenemos certeza.

Veamos estas ventanas y cada quien su mundo.

martes, junio 19, 2007

Miradas, de la “fayuca” a lo “pirata”

Foto: Antona

Ayer escribía que en las familias hay de todo y ahora que lo recuerdo, yo tenía un pariente fayuquero que se echaba sus viajes hasta la frontera sur de Estados Unidos (que, fíjense nada más lo que son las geografías, colinda con la frontera norte de México) y traía, hasta la ciudad donde se eleva el quinto cerro de la Altiplanicie mexicana, desde cigarros gringos, juguetes, unos malditos dulces sabor cereza que se derretían en la boca, perfumes, foquitos para adornar los árboles de Navidad, trapos —entre ellos una chamarra con forros interiores de pluma de ganso— y otros artículos tan costosos e innecesarios.

Pero como en México siempre hemos pensado que todo lo que sea manufacturado afuera, es mejor (a veces sí, por el sonsonete del control de calidad, pero no es regla de oro), de los años 70 hasta los últimos de la década de los 80, había una palabrita que en labios de los que deseaban ser modernos, pero que no tenía dinero para ir a comprar chucherías y tiliches a los Estados Unidos, pues sonaba a música de niños que cantan a Bach: “Fayuca”. Y miren lo que son las cosas, ahora que encuentro el significado en el diccionario de la Academia Española —la asociación más “cuquis” para aceptar una palabra— indica un término más real: “1. f. Méx, contrabando (introducción de géneros sin pagar los derechos de aduana)”. Claro, hasta los malditos y deliciosos dulces formaban parte del contrabando.

A los que vendían esa “fayuca” se les denominaba “fayuqueros” y seguido, en las noticias de la empresa Televisa —los que no teníamos antena parabólica carecíamos de opciones— se vociferaba: “Golpe a los fayuqueros, anoche se decomisó un cargamento destinado a Tepito”. Tepito, uno de los barrios más antiguos y populares del centro de la ciudad de México, era el ombligo de la distribución del contrabando, al menos para la zona centro del país. Barrio bravo y cuna de boxeadores que llegaron a la fama internacional, los capitalinos y los provincianos sabíamos que allí se conseguía, con dinero en mano y buen colmillo: todos los artículos que venían del extranjero. Pero como el precio era bajo porque se trataba de contrabando, la garantía era la voz del vendedor, pues que instructivo con su sección escrita en español (para lo que sirven) o la regla NOM-1, que ahora se aplica a los artículos de importación.

Los provincianos que deseaban iniciar un negocio fructífero y sin trámites, pues ahorraban o se endeudaban y partían a la ciudad de México, al barrio de Tepito. Regresaban a sus lugares de origen como aboneros, con los últimos alaridos de las modas extranjeras: jabones “Dove”, aceite de Oliva puro español, extracto o bolsitas con granulados de gin-sen, güisquis, cremas faciales, reproductoras de audio y las primeras de video (en ese tiempo, formato Beta), televisiones, radios, perfumes y nunca faltaron los atrevidos y retadores a la moralina del interior republicano con la venta de: revistas y películas pornográficas, juguetillos para romper el tedio en la práctica del sexo, pero que si se les compara con los que expenden en las actualizadas “sex-shop”, se trataban de verdaderas minucias. En fin, como ya se sabe, cuando más demanda había era a fin de año.

Y justo por septiembre y octubre, los noticieros informaban de los certeros golpes que las autoridades daban a la “fayuca”. Y entonces, muy en el fondo, pensábamos: “¿Qué será de una Navidad sin televisión nueva?”. Lo cierto era que aumentaba la incertidumbre, la especulación. Los artículos serían más caros porque era más difícil conseguirlos. Y como se hablaba a media voz. Recuerdo que un enero, mi madre sólo nos tenía en ascuas, el maldito trailer que traía a los muñecos de última moda, había sido incautado en la carretera de no sabíamos dónde. Una comadre le había dicho que una conocida le juró que a Xalapa llegarían sólo cincuenta monos de esos. Creo que mi madre pagó un dineral y a fin de cuentas, no eran los que nosotros queríamos pero seguro que todos los chamaquitos bobos de entonces nos pensábamos únicos y agraciados por ser uno de esos 50, que seguramente fueron como mil… pero así funcionaba el asunto.

Se trataba de contrabando, era negocio de mafias y de los políticos que se hacían la vista gorda. No recuerdo si la fayuca era de tan buena calidad como se prometía, pero a diferencia de los productos piratas, su venta en plena calle y fuera del mitificado barrio de Tepito no fue sino hasta que comenzaba a dejar de ser negocio. Pero que yo recuerde, mi pariente ni se hizo rico, creo que todo lo fiaba el muy buey.

lunes, junio 18, 2007

El desmadrado “día del padre”


Las familias mexicanas que ayer celebraron el “día del padre” no tomaron en cuenta las declaraciones de la sensual y provocativa cantante Concha Buika, para quien eso de nominar al hombre y a la mujer por la dotación a la que cada uno regaló la madre naturaleza, pues no tiene méritos. La Buika se dejó preguntar por la inquisidora Karmentxu Marín; la periodista echó: “En su definición de ‘bisexual, tifásica y tridimensional’, lo que menos entiendo es lo de trifásica. La cantante respondió: “...no creo en los sexos tampoco. Me parece que a todos nos gustamos todos”. (El país. Junio 17).

Si Concha Buika hubiera realizado esas declaraciones para un medio mexicano, pues ya sabríamos el destino de sus palabras: no más allá de los comentarios escandalizados de las cotorras y mamarrachos que conducen los programas dedicados a la vida y milagro de los artistas y ya. Pero es que los oficios de “padre” y “madre” no sólo han conocido las mayores variaciones en las últimas tres décadas, es que los “roles” que se asignaban a cada palabra son tan difusos o están tan por redefinirse, que nadie en su sano juicio armaría un dios-es-cristo sólo porque una mujer divorciada y con dos hijos, se escape algún fin de semana a la casa de su novia y, de paso, la novia del padre biológico sea quien atienda a los chicos.

Unos dicen que a ese tipo de aperturas se le debe llamar libertinaje, “locura” o desfachatez. Porque hay las personas que el pleno 2007 y como habitantes de importantes núcleos urbanos, donde se supone que la tolerancia es una exigencia para convivir con los prójimos y los próximos, quisieran revivir los antiguos métodos de la santa Inquisición y mandar a la hoguera a las personas que no tienen empacho en declarar que tratan de encontrar la felicidad, pero de una manera distinta a la que marcan los cánones establecidos por una mayoría. ¿Mayoría? Si esa aparente generalidad es la iglesia católica y el estado conservador, entonces, al menos en México, es un “todo mundo” ficticio... un país con millones de devotos a la virgen india, la santa María de Guadalupe y sus santones locales; pero no un país católico... una población que gusta de reyes y reinas carnavalescos, pero una población que sólo admite sus filiaciones políticas cuando hay un cambio de alcaldes.

La aparente “familia mexicana” (que se supone es la que nos enseñaron como “nuclear” y la que debe festejar días como de: la madre, el padre, la familia) es, en práctica, un mero discurso. Es un invento, como los unicornios. Quiero decir que es real sólo a partir de las mentiras que se difunden en la televisión y bajo la forma de comerciales, o espacios publicitarios. Tan sólo observemos las campañas publicitarias de alimentos tipificados para la hora del desayuno: cereales, jugos y lácteos. En primer lugar es una dieta que no pertenece a la mayoría de los habitantes de este país (una caja de cereal de un kilogramo equivale al salario de uno a tres días de un trabajador promedio, según marca y características nutricionales) y en segundo lugar, ¿queda la posibilidad de pensar tan sólo en la “hora de la reunión familiar”? ¿A poco los ciento diez millones de mexicanos formamos “familias” con papá, mamá e hijos?

Decía una tía que las comidas en familia —atracones de parentela que elige una casa para efectuar la reunión— son las mejores, porque uno puede enterarse de las gracias y apuraciones de los otros miembros. La escritora brasileña Clarice Lispector, escribió un cuento genial a sazón de esto, se titula: “Feliz cumpleaños”. Pero esta tía comentaba que aquellas comidas suceden en paz mientras no existan los licores de por medio, porque ya encabrestados por los alcoholes, salen las verdades a flote: quién se acostó con quién antes de convertirse en honorable, quiénes se deben dinero; quién ha pedido la expedición de cinco tarjetas de crédito; quién mal vendió las joyas que dejó la abuela para largarse de vacaciones; quién es la tía solterona que hubiera tenido suerte metiéndose a monja...

¿Padres? ¿Madres? ¿O seres humanos que buscan, encuentran y se contentan con sólo vivir?

viernes, junio 15, 2007

Corrido de la escuela Churchill

Foto: Isa

El asesinato a la profesora que despachaba como directora del área preescolar de la escuela Churchill, ocurrido la mañana del miércoles en la ciudad de México, no revela los índices delictivos en la temida ciudad. El agresor no se dedicaba a robar automóviles o asaltaba borrachos a la salida de los centros nocturnos y por lo tanto, no se incluye en alguno de los rubros donde se ubica a los criminales. Se trata de un abogado penalista con la vida un poco desmadrada: divorciado con dolor (también existen los casos contrarios), adicto al consumo de cocaína y alega su defensor, hermano del aún “presunto homicida”, que en tratamiento psiquiátrico.

Y como en este país uno es “presunto” (que se presume, se sospecha o se supone que ha hecho alguna cosa) hasta que se demuestre lo contrario. Qué curioso, aquí sí cuentan los testigos, pero hasta la resolución del juez, se declara la culpabilidad o inocencia del implicado. El caso servirá para medir la “calidad de la melcocha” del sistema Judicial mexicano. Primero, para que se decida el retiro de la etiqueta de “presunto” y después, para ver hasta dónde llega el estira y afloja en el dictamen sobre la salud mental de Marcelo Fernando Martínez González. Hasta el momento, aunque está a disposición de las autoridades correspondientes, es un presunto que probablemente sufría ataques depresivos o múltiples personalidades o sólo falta que aleguen el tan ahora socorrido “trastorno bipolar”. Ahora resulta, ¿no?

La pistola con que el agresor tiró a su víctima (que con todo el respeto que merece ¿será “presunto” cadáver?), alega él, se disparó solita. Caray, ni que fuera aparato de supernintendo o el play-station, que funcionan con solo respirar cerca de ellos. Y no es por jerarquizar la información policíaca, o ensalzar un género periodístico que ya por sí tiene a miles de lectores… es que el asesinato pone el debate sobre la mesa. Le voy a transcribir tres párrafos de la nota que publicó ayer, jueves 14, el periódico Reforma en su versión electrónica, titulada: “Consignan a homicida de directora,” y firmada por Luis Brito:

“El Fiscal para Asuntos Especiales, Rafael Mateos, informó este jueves que reunieron todos los elementos probatorios contra el abogado penalista; sin embargo, aclaró que el móvil del crimen aún es indefinido.
El testimonio de cinco empleados del plantel y una madre de familia, un video de vigilancia y los dictámenes periciales en química y balística confirmaron la responsabilidad de Martínez González.
No obstante las distintas diligencias, el Ministerio Público no encontró una explicación para el homicidio.”

Ya la Procuraduría General de Justicia también se comenzó a preguntar y ¿por qué lo hizo? ¿Por qué un hombre de 50 años va a la lujosa escuela donde estudian los hijos, pasa tres filtros, busca una oficina en particular, pistola en mano grita a una de las profesoras, la mata, se convierte en presunto asesino y los peritos dicen que probablemente iba drogado? No es guión del niño malo que escribía las películas a Iñárritú, es la realidad.

La última nota: Según datos de la Secretaría de Salud, 8% de las enfermedades mentales en el país corresponden al área neuropsiquiátrica; cuatro millones de personas padecen depresión; seis millones tienen problemas relacionados con el consumo de alcohol; 10% de los adultos mayores de 65 años sufren cuadros demenciales y 15% de la población entre 3 y 12 años de edad padece algún tipo de trastorno mental o de conducta.

¿País de locos? ¿País de violencia intrafamiliar? ¿País de adictos? ¿País con falta de educación y de oportunidades? Nada, todo es presunto, recuerde.

jueves, junio 14, 2007

Suprema Corte de Justicia, ¿en bolsa, para llevar?


Después de la confianza que el gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México se ha ganado entre la ciudadanía, otra de las instituciones públicas en que confiamos los mexicanos —y a eso a medias, porque al igual que la máxima casa de estudios, no entendemos a cabalidad por qué hay que tenerle una fe ciega— es la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Comprendemos que es un organismo encargado de custodiar la Constitución y gracias a que los medios han puesto la mirilla de sus cámaras sobre lo que allí sucede, de un tiempo a la fecha, está en boca de todos.

La SCJN está integrada por once ministros que forman el “pleno” y que a su vez se reúnen —a excepción del que funja como “presidente”— en dos salas, donde trabajan cinco magistrados en cada una. Pero si la decisión a la que lleguen los once magistrados o una de las salas es inapelable, ¿para qué necesitamos de un Congreso o de un presidente de la República? Todo comienza a partir de la división de poderes, que tiene por finalidad evitar los abusos del poder y preservar los derechos del hombre. En México, ahora ya más en práctica que en “teoría”, el gobierno está integrado por tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Estamos familiarizados con el primero y segundo; del tercero, con sólo escuchar la palabra judicial, cualquiera trae a su mente la imagen de un tipo mal encarado, vestido con fastuosidad pero sin “gusto”, armado, con gafas oscuras, botas vaqueras y prepotente hasta siempre. Esa era (¿es?) la idea que se tenía del poder Judicial, que estaba integrado precisamente por aquellos sujetos con atribuciones legales para sancionar a quienes cometen delitos, palabra que desde su surgimiento en el siglo XV está asociada con la culpa, el crimen o el quebrantamiento. Pero: “el Poder Judicial de la Federación representa al guardián de la Constitución, el protector de los derechos fundamentales y el árbitro que dirime las controversias, manteniendo el equilibrio necesario que requiere un Estado de derecho.”

La SCJN es así la máxima instancia de decisión, “no existe en nuestro país autoridad que se encuentre por encima de ella o recurso legal que pueda ejercerse en contra de sus resoluciones.” Por eso los dictámenes que generan controversia, como la tan cacareada y poco explicada “Ley de medios de comunicación,” son resueltos por este organismo. Un organismo que suponemos infalible, pero sujeto a la decisión de los magistrados que lo integran y allí es “donde la puerca torció el rabo”.

Cada magistrado dura en su cargo quince años, todos son abogados y de los once, en la actualidad sólo dos son mujeres. Claro, este último dato pudiera ser acaso un mero accesorio de género si pensamos que las resoluciones centrales de la Corte se deciden conforme a derecho, pero cada uno de los magistrados tiene filias y fobias, tan normales en cualquier ser humano y aunque sean muy doctos en materia jurídica, pues no lo saben todo. Para José Ramón Cossío Díaz, magistrado, allí está un punto clave que debe considerarse: “la legitimidad del uso de elementos de juicio provenientes de la ciencia y de otras disciplinas especializadas a la hora de determinar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la leyes.”

Cossío Díaz también señala: “La discusión en torno a la legitimidad de recurrir a dictámenes de especialistas para determinar si una ley resulta o no inconstitucional ha sido una de las más intensas, y sustenta en buena parte la división entre la mayoría y minoría” (se refiere a los magistrados). Algunos magistrados admiten que su formación como abogados no siempre es suficiente para resolver con conocimiento algunos casos complejos; pero no todos piensan así.

En el ensayo, “Sobre virus, bacterias y jueces” (Nexos, junio de 2007), Miguel Carbonell apunta: “Lo que llama la atención es que todavía se discuta… si la evidencia científica es o no es relevante dentro de un proceso judicial. ¿De qué otra manera pueden los jueces informarse sobre temas tan complicados como la ingeniería genética, los monopolios en las telecomunicaciones, los fraudes cibernéticos, el alcance de ciertos padecimientos médicos, etcétera?.... En otros países las aportaciones científicas en los procesos judiciales son tan normales que los jueces ni siquiera tienen que molestarse en pedirlas…”

Ya sabemos de qué dimensiones es la casa que se llama gobierno de México, ahora habrá que limpiar las habitaciones y en medida de lo posible, modernizarlas.

miércoles, junio 13, 2007

Pedacería de infancia o la ternura de ser niño


Una nota del periódico Reforma de ayer, firmada por Daniela Rea, empleó esta frase para cerrar. “Actualmente, 2 de cada 3 niños que trabajan no reciben un salario por ello.”

Un académico de primer nivel —porque también los hay de quinto patio— que conminaba a sus alumnos al estudio, platicaba en una de sus clases cómo es que se convirtió, primero en lector asiduo y con el tiempo, en intelectual. Resulta que nació en un rancho y como en sitios así lo que sobra es el trabajo, él descubrió que un día, por matar el tiempo, se le ocurrió abrir uno de los libros que usaba en la escuela. Los otros hermanos se preparaban a contribuir en la empresa familiar y antes de salir a cumplir sus obligaciones acusaron al que hacía de “lector despistado”. “Déjenlo que está estudiando” dijo la madre del ahora académico y entonces mi amigo, cual navegante Colón, descubrió su dulce nuevo mundo: estudiar para eludir el trabajo físico.

Si lo que este conocido platicaba a sus pupilos era cierto o inventado, la moraleja tiene su razón de ser pero sólo en el mundo académico: ¿quieres evitarte molestias y cansancios? Estudia. Pero este chabacano relato no puede trasladarse a los sitios donde un miembro de la familia significa un trabajador más en el plantío, en el pastoreo, en la pesca o incluso en la tienda de barrio o en la bodega; mientras el cuerpo aguante, esa persona será vista como un sujeto dotado de una fuerza que produce trabajo, que se transforma en un bien. Y el trabajo infantil es uno de los recursos más variados y más económicos.

Pensémoslo así. Una cosa es educar a los hijos para que contribuyan con las labores de la vivienda y otra es ponerlos a trabajar con la finalidad de que ganen un sueldo o un dinero que servirá para el sostenimiento de la familia. Y para incordiar, el lector puede abrir una pregunta: ¿Qué sucede entonces con los niños actores que son famosos y no filman precisamente por diversión? ¿Y los niños que hacen comerciales? Claro, pueden ganar más dinero que los padres (casos se han visto) y mantener a una legión; pero no hay un punto de comparación con los pequeños que cargan bultos de hasta tres veces su peso corporal.

En las zonas cafetaleras de Latinoamérica, ¿quién cree usted que hace la mayor parte de la recolección de la cereza? Los niños y las mujeres. Y aquellos niños, en las temporadas del corte, no asisten a la escuela porque de hacerlo, su familia perdería un dinero que es necesario para sobrevivir o malvivir el resto del año. A diferencia de los mimosos y malcriados a quienes los padres o los familiares cercanos pagan por sacar la basura, bañar a los perros, hacer mandados a la tienda de la esquina o arreglar los jardines; los niños cafetaleros no tienen decisión sobre el dinero que tanto esfuerzo les ha costado ganar, ellos no se acicalan para largarse a la plaza comercial a comprarse el video juego de moda.

¿Y qué me dice de los chicos que por la mañana asisten a la escuela y por la tarde deben atender la tienda, o la panadería, o la mercería o lo que usted guste? ¿Cuántas veces un niño nos ha empacado la compra del supermercado? Ellos no ganan lo mismo que un adulto, pero el mundo adulto ve en ello un proceso de formación que hará de ellos personas de bien y responsables.

Kevin Richardson, representante de la Organización Internacional del Trabajo en México, declaró ayer: “El fenómeno no sólo se circunscribe al empleo remunerado, sino también al oculto que realizan niños y niñas en hogares, predios familiares, micro empresas, donde no hay una relación de trabajo asalariada, no hay un patrón y ninguna autoridad puede sancionar eso.”

martes, junio 12, 2007

Nadie comprende a los diputados


Ciento cuarenta y ocho mil cuatrocientos cuarenta y seis pesos (¿unos 15 mil dólares?). Sume usted las percepciones que recibe hasta llegar a la cifra antes indicada. Si la gana en seis meses, debe sentirse orgulloso y triunfador; si los gana en un año, felicidades, usted es de los pocos mexicanos que pueden darse vacaciones de vez en cuando; si llegar a esa cifra le lleva de uno a tres años, no nos quejemos: tenemos trabajo. Pero si usted anda por los caminos de México con el escapulario de “diputado”, enseguida quedará sorprendido, patidifuso, estupefacto, boquiabierto y sobrecogido… porque expresará: “Pero si apenas los gano en treinta días”.

Eso ganan los señores diputados federales cuya misión es provocar broncas en las sesiones legislativas, decidir qué parte de nuestras leyes se modernizan y gestionar, gestionar y gestionar. Ah, también gustan de formar comisiones especiales para investigar, investigar, investigar. Pero si quienes los elegimos en 2006 pusiéramos el ojo a través de la lupa, pues nos percataríamos de que no se trata de los tipos excepcionales y que si llegaron ahí, la mayoría, fue motivada por la atracción o repulsión que la ciudadanía de sus sectores percibía sobre los partidos políticos y los candidatos a la presidencia. La LX legislatura que asiste al palacio de San Lázaro, en la ciudad de México, no será mejor ni peor hasta que los mexicanos entendamos por fin a qué se dedican de verdad los señores diputados… o en el mejor de los casos: ¿para qué sirve un diputado, además de ganar un sueldo nada despreciable?

Pero como cada elección a diputados es “río revuelto”, el interés de los electores se centra en los candidatos que ejercen mayor atracción, sea: presidente de la República, gobernador del Estado o Alcaldes. Los que tendrán el encargo de legislar pasan a segundo plano en la hoguera de las vanidades y no porque se trate de personajes grises, sino porque la ciudadanía no está informada de sus labores. ¿Sabe usted cuántos veracruzanos despachan como miembros de la LX legislatura? Nada más son treinta y cinco angelitos y muchos de ellos tienen sus otros trabajos o qué, ¿seremos tan desconsiderados para exigirles que se conformen únicamente con la bicoca de 148, 446 pesos al mes?

Vayamos a otro detalle. Cada vez que se inaugura una legislatura, algunos medios buscan que el público vea a los diputados como las personas más despistadas o incultas que existen; lo cual no dista mucho de la realidad. Pero si en lugar de hacerles preguntas como el nombre de los héroes de la Revolución Mexicana les cuestionaran si saben algo de las comisiones legislativas en las que van a participar, quizá podríamos sopesar con mayor detenimiento si hemos elegido bien.

Conocí a un consejero de diputado federal que se jactaba de ello. Claro, supongo que tener una oficina en el palacio de San Lázaro cuando se cuentan veintitrés años de vida y haber comenzado todas las licenciaturas sin haber terminado una sola, debe ser motivo de presunción entre los amigotes. A eso, en México, se le llama tener buena estrella o en dos palabras: “ser chingón”. Ese consejero trataba de explicar la utilidad de sus aquilatados consejos, pero a partir del noveno güisqui en las rocas confundió si el aconsejado trabajaba en la comisión de “Seguridad pública”, la de “Pesca” o la de “Defensa nacional”. Yo creo que en el fondo “su” diputado se liaba en la comisión de “Relaciones exteriores”, porque el jovencito le comenzaba a prometer la seca y la Meca a una muchachita que lo escuchaba. Fue más o menos así:

¿Hablas francés? Le preguntó él. Ella dijo que no. Él dijo que valía madres, pero que si ella quería conocer París, pues la anotaba en la lista que formaba el séquito de una comisión que viajaría a la Ciudad Luz y que necesitaba traductoras simultáneas. Pero no sé francés, insistía ella. Yo tampoco, se carcajeaba él. Vamos, la animaba.

No los critiquemos. Comprendamos que los señores diputados y sus mininos están asombrados porque jamás imaginaron que el trabajito se trataba de eso. Fíjese, voy a cerrar la entrega con unas líneas que reporta una nota del periódico El Universal, de ayer: “En un año en la Cámara de Diputados se consumen 25 mil 680 refrescos de cola en lata, 26 mil 676 litros de leche, 7 mil 197 cajas de galletas y 17 mil 160 cajas de pañuelos desechables.” A cuenta del erario, por supuesto.

lunes, junio 11, 2007

Turismo “cultural” o nuevas maravillas del mundo

Pirámide de Kukulkán en Chichén Itzá
Foto: Bethania

Memoricé las siete maravillas del mundo antiguo porque se trataba de un juego parecido a las adivinanzas o para matar el tiempo: Pirámide de Giza, Jardines colgantes de Babilonia, Templo de Artemisa, Estatua de Zeus, Mausoleo (sepulcro de Mausolo en Hilarcanaso), Faro de Alejandría y Coloso de Rodas. Pero como toda enseñanza que presumiera más de repeticiones que de comprensiones, fue hasta muchos años después cuando una enciclopedia me ayudó a comprender que el “mausoleo” no era algo así como un hipódromo y que el intríngulis de los jardines colgantes no era, precisamente, que los pusieran de cabeza, en claro desafío a las leyes de la gravedad.

Si a uno le decían, en la primaria: “El cura don Miguel Hidalgo y Costilla es el padre de la Patria”, era evidente que las maestras comenzaban, a partir de entonces, a deformar toda noción de la historia nacional. Aunque apenas unos chiquillos, los pupilos de siete años ya comenzábamos a deducir que los niños no se encargan a París y en cambio, necesitaban un requisito indispensable, a un hombre y mujer que luego de refocilar, aportaran: uno el espermatozoide y la otra un óvulo. ¿El curita Hidalgo se había echado al plato a la madre de la señora Patria? Pues según la portada del libro de Historia, la tal “Patria” era una mujer de buen ver: morena, caderona y con una teta al aire. Si algo tan elemental no nos lo explicaban, menos lo hicieron con las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.

El caso es más simple. En este siglo XXI de lo que nosotros conocemos como “era cristiana”, se declararán las Nuevas 7 Maravillas del Mundo. Pero en esta ocasión la elección es abierta, los ciudadanos comunes podemos votar a través de sitios de Internet o llamar por teléfono. Los resultados se darán a conocer el día que comparte dos últimas cifras idénticas: siete de julio del año dos mil siete; en la ciudad de Lisboa. Quedan 25 días para votar. Las postuladas son veintiuna: Acrópolis (Atenas); Alambra (Granada, España); el monumento de Angkor (Camboya); pirámide de Chichèn Itzá (Yucatán); Cristo Redentor (Río de Janeiro); Coliseo romano; Estatuas de la Isla de Pascua (Chile); Torre Eiffel; Gran Muralla China; Iglesia de Santa Sofía (Estambul); templos y palacios de Kiyomizu Tapinagi (Japón); Kremlin y Plaza Roja; Machu Picchu (Perú); castillo de Neuschwanstein (Alemania); Petra (Jordania); Pirámides de Gizhe (“miembro honorario”, porque de las siete enumeradas del mundo antiguo, es la única que existe); estatua de la Libertad; Stonehenge (Reino Unido); Ópera de Sydney; Taj Majal (India) y Timbuktu (Mali).

Una descripción de cada una de las veintiuna antes mencionadas, las puede encontrar en la página electrónica “new7wonders”, en las que se convida al cibernauta a que vote y forme parte de la historia del mundo contemporáneo. ¿Ya notó que cinco de las nominadas están situadas en el continente americano? ¿Y que tres de ellas corresponden al mundo precolombino? ¿Y que una está en México? Bueno, esto resulta muy evidente porque organismos como la Secretaría de Turismo han mandado imprimir carteles donde se invita a la ciudadanía a que participe y decida que Chichèn Itzá merece incluirse en la nueva lista. En Yucatán, el turismo a la zona maya se ha incrementado y las autoridades de allá han declarado que se declare o no como “maravilla”, pues ya salieron ganado.

“Nuestra herencia es nuestro futuro”, se trata del lema que ha promovido el creador de esta nueva designación, el cineasta y explorador suizo Bernard Weber. Pero también se trata de percatarse que si el hombre transformó su entorno para crear lo enumerado anteriormente —la candidatura inicial fue de 77 monumentos— también su inteligencia, tesón y angustias servirán para rescatar al mundo, la única casa que tenemos. ¿Por quién votará?

viernes, junio 08, 2007

El fútbol también se lee


Fútbol. El libro Tiro libre: balón al poste, de Gregorio Jácome Moreno, revela una pasión desmesurada por un deporte de estrategias, de audiencias y como todo espectáculo susceptible de venderse, de una actividad que puede generar mucho dinero. En treinta y seis estampas o relatos o crónicas o pequeños ensayos, el autor nos comparte esa vena que tienen los buenos conversadores, los que saben de un tema y lo paladean y además, pueden transmitir su gusto para generar polémica entre los entendidos o para dejar la boca abierta de los neófitos.

¿Hay neófitos futboleros en el mundo latino? Si ustedes me preguntan si en mi vida he visto o me he enterado de un partido jugado por la liga de Taiwán, de Burkina Fasso, de Siria o de Australia, pues no. En cambio, me sucede como a los que renegamos del catolicismo pero que como mexicanos, no podemos dejar de ser guadalupanos. ¿Cómo evitar fútbol en esta latinidad si cuando juega la selección Nacional o cuando pierde el América o cuando se constipa Kikin Fonseca o cuando la actriz fulana de tal recibe un ramo de rosas y un auto BMW que le manda regalar su novio el portero o cuando hasta los presidentes, gobernadores y demás políticos dejan de decir estupideces porque están viendo la transmisión del partido? Es imposible quitarse al “fút” como roña, pasión y deporte. Porque no puede pasar inadvertido, sea por sus características de nuevo circo romano, por el impacto que los propios medios de comunicación le otorgan y porque está presente en las mentalidades.

Los textos de Goyo Jácome me permitieron, como advenedizo, a retarme con mi propia trivia. ¿Qué tanto sabe usted del deporte, por excelencia, de las mayorías? Salvo haber escuchado en los noticieros los desmanes de los Hooligans, ver a los payasos que las dos cadenas más importantes de la televisión mexicana llevan a cada Copa Mundial, recordar los meneos de la “Chiquitibum” en el Mundial de México 1986 (la modelo Mar Castro, que bien pronto fue bautizada como la “Chichi-chibum”) y escuchar los chiflidos y las mentadas de madre en mi vecindario, donde de un lado de la calle le van al América y del otro al Cruz Azul; pues reprobaría por falta de pericia.

Tiro libre: balón al poste, invita y provoca, como todo buen escrito, como todo planteamiento de un apasionado que trata de poner cada palabra con la seguridad de la cabeza fría. Y es que las ocho partes que componen este libro nos incitan a respirar de la lectura para encontrar los recuerdos que cada lector tiene con respecto al fútbol; se trata pues, de una suerte de textos que llevan semillas para alimentar a los pájaros que habitan en la cabeza de cada quien. La segunda parte, titulada “Medio tiempo, el fútbol como negocio”, en lo particular, me hizo recordar los días de partido en que juega la selección mexicana, pero que por la cuestión de horarios se transmite por la mañana. ¿Alguno de nosotros se ha atrevido a realizar un trámite burocrático cuando juega la selección a eso de las once de la mañana? Eso se llamaría: inconciencia, falta de patriotismo o ganas de chingar al prójimo.

Este se trata de un libro cargado de anécdotas, de historias, de chismes, de datos precisos… una miscelánea donde por supuesto, sólo se habla de “fút”. Pero se trata de un caleidoscopio futbolero y está escrito, según nos advierte el autor, para abrirlo al azar y leer cualquiera de las treinta y seis cartas, sí, son cartas de un enamorado cautivo que escribe los embrujos que le provocan veintidós tipos disputándose un balón, que le causa echarse una “cascarita” con los amigos, que le hechiza sentarse a ver un partido y que en el fondo, sin que lo diga, preferiría ponerse las espinilleras y pisar el césped de una cancha profesional, para luego regresar a escribir lo que se siente.

jueves, junio 07, 2007

Los “Niños de Morelia” vistos por Yadira Hidalgo

En el año de 1937, justo en 7 de junio, un barco llegaba a las costas de Veracruz. Los viajeros, más no los tripulantes, eran niños que traían el resabio del hablar gachupín de las Españas, y se trataba de pequeños que acogía una política migratoria implementada por el entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río (cuyo mandato fue de 1934 a 1940). Hoy se cumplen 70 años del desembarco de los pequeños que venían huyendo de la guerra civil española, de criaturas que no olían a patata, salchichón y tinto, sino a guerra y rencillas. La II República española estaba a punto de caer y a España le esperaba una dictadura de represión, clavel, espada y cruz. El generalísimo Franco, el Inmortal, cerraría los ojos para siempre, hasta noviembre de 1975.

La acogida mexicana —por instrucciones de Lázaro Cárdenas y aconsejado por Alfonso Reyes e incluso Daniel Cossío Villegas— a los ciudadanos españoles que llegaron tras la declaración de la derrota de la II República, ha sido tema analizado con profundidad. Hay razones de peso y de sobra para suponerlo. En 1939, al triunfar el Franquismo, los opositores de aquel régimen son ciudadanos con un aceptable grado de preparación, digamos que se trata de una clase social media, educada y combativa; asociada por lo tanto al “comunismo”. Estos ya no tenían cabida en aquella España, el exilio republicano o el trastierro era inminente; pero no salieron de su país orillados por motivos económicos, sino políticos.

Clara Lida escribe al respecto: “…la gran mayoría de los adultos que se asilaron en México tenían una educación más elevada que el promedio de los españoles y los mexicanos de su época y que, en general, conformaban los cuadros obreros, técnicos, profesionales, científicos y artísticos mejor capacitados de España. En ese sentido, el exilio español que se insertó en México lo hizo en condiciones laborales favorables, y colaboró en el proceso de desarrollo modernizador del país, especialmente en los sectores mecánico, energético, manufacturero, industrial, científico y académico”.

La llegada de los exiliados no fue miel sobre hojuelas y supuso enfrentamientos entre los grupos de poder ya existentes. Mientras que la mayoría de los recién llegados encontraron trabajos adecuados para fincarse en su nueva patria, sólo unos cuantos, un grupo de elite, gozaron las canonjías que les dispensó el gobierno Cardenista. La primera acción fue la creación de La casa de España, que levantó las protestas de los intelectuales y académicos nacionales; un contratado por la “casa de España” recibía 600 pesos mensuales, contra los 75 que un profesor mexicano cobraba en la universidad. Algunos nombres de los intelectuales y científicos de aquella España perdida que ganó México: Luis Recaséns Fiches, José Gaos, Enrique Díez-Canedo, Agustín Millares Carlo, Ricardo Gutiérrez Abascal, León Felipe, José Moreno Villa, María Zambrano, Pedro Bosh.

La querella se resuelve cuando en octubre de 1940, La Casa de España cambia su nombre por el que mantiene hasta la fecha: El Colegio de México. Y poco después, se decreta la creación de otra institución fundamental para la vida cultual de nuestro país: El Colegio Nacional (cuyo requisito de ingreso, como sujeto colegiado, determina que sólo pueden hacerlo los ciudadanos mexicanos). Grandes sorpresas y cambios en las mentalidades trajo aquel exilio español. “Llegaron los rojos, los republicanos” y por ello se comprendía que los ateos o para el pensamiento mexicano de entonces: “los que no obedecen al Papa”, y ¿qué se esperaba de un presidente rojillo, como las clases acomodadas y costumbristas veían a Lázaro Cárdenas.

¿Y verdad que esta poco transitada zona de la historia contemporánea de México ya comienza a recibir mayor número de visitas? Pero hay regiones poco recordadas, como el desembarco de los denominados “Niños de Morelia”, dos años antes de la llegada de los intelectuales. Arribaron al puerto de Veracruz y los habitantes salieron a recibirlos: “Ahí llegan los niños de la guerra” y después en tren, hasta Morelia —con las escalas necesarias— para instalarse en el albergue-escuela. De allí surgieron historias de éxito pero también de amargura.

Hoy, en punto de las diecinueve horas, en el Ágora de la Ciudad, la periodista Yadira Hidalgo charlará sobre el tema y proyectará su documental titulado “Los niños de Morelia”. Además, contará con los comentarios del periodista Javier Hernández Alpízar. La entrada es libre. Y cierro estas líneas con lo que Ramón Xirau expresó en una entrevista: “”No ha terminado el exilio por más que yo sea uno de esta tierra, de este valle de México, de esta mi Veracruz, de este mar de Veracruz que es también otros mares”.

miércoles, junio 06, 2007

Con dinero no basta (La joyita y un gran teatro)

Foto: Isa

Suman poco más de quinientas las entregas del Punto final y en ese periodo —de 2003 a la fecha— han sido escasos y breves los comentarios escritos por parte del lector. No es queja sino agradecimiento, pues significa que un porcentaje de los artículos ha tenido efecto entre las personas que amablemente restan minutos a su día para redactar su opinión a quien esto escribe. Salvo que siempre “contesto” vía correo electrónico a quienes me escriben (lo cual no es una dádiva sino mi obligación), nunca había empleado este espacio para desahogar inquietudes suscitadas entre los lectores. Pero esta vez, a raíz de la entrega aparecida el lunes 3 de junio, “Derecho a desmadrar La joyita”, creo pertinente dar una vuelta más a la cuerda de ese reloj.

Las personas que siguen el hilo de mi trabajo periodístico y literario notarán que la mayoría de la producción está impregnada de humor negro e ironía; pero es cierto, del discurso hablado al escrito, hay detalles que se escapan de la mano. Cuando imparto clase, por las reacciones de mis alumnos, me percato de la respuesta que tienen mis mensajes; controlar un texto es, definitivamente, una labor imposible. Los textos son como la descendencia, uno quisiera vigilarla siempre, pero también son como la afeitada perfecta: siempre quedan dos malditos pelos que no alcanzó la maquinilla. Y ya, que no se trata de redactar mi “ars poética” ni una autoentrevista sobre mis métodos de escritura.

El asunto de La joyita es algo muy serio. Y no “es serio” porque uno toque los intereses de una de las familias que se creen poseedoras del entorno de una ciudad a la que a veces piensan como su feudo. Es grave porque se trata del entorno de todos nosotros, del presente y del futuro. Y si por las buenas no están dispuestos, de alguna manera hay que hacerles comprender (porque sí lo entienden, la riqueza no es sinónimo de estupidez… en la mayoría de los casos) que si ellos destruyen lo natural para edificar lo artificial, nos está llevando la chingada a todos. No es un cuento de treinta hectáreas, es una ciudadanía que tiene derecho a la dignidad de la vida que, implica un crecimiento y mejora en sus bienes y servicios, sí, pero también un absoluto respeto a preservar el medio ambiente, aunque sea propiedad privada.

Mire usted, que lee. Yo no sé de biología, de química, de impacto ambiental, de uso de suelos, de paisajes urbanos… pero sí entiendo que algo anda mal cuando la palabra “progreso” se convierte en máscara o escudo, sea para defenderse de la voz popular o para esconder un gesto de cinismo. Pero también lea usted, Antonio López de Santa Anna, como militar, estratega y político fue un hijo de puta, no lo cuestiono. Caben las preguntas: ¿y a poco estaba solo? ¿Dónde estaban los demás? ¿Entonces le damos razón a Enrique Krauze cuando lo tildó como “el seductor de la patria”? Yo conocí y traté a un barbaján que cuando debía enfrentarse a algo que se le dificultaba y tenía personas enfrente, decía: “A ver, ¿soy chingón o estoy rodeado de pendejos?”

Terminaré la entrega con una anécdota. El centro de convenciones y teatro de la ciudad de Coatzacoalcos son un milagro de la arquitectura, es un lugar bellísimo. Se pagó con nuestro dinero, cierto. En más teoría y menos práctica, es nuestro; pero esa aparente razón no nos da derecho a maltratar el mobiliario o a usar los baños y no pisar el pedal que acciona el sistema de desagüe. Hace unos días asistí a un acto cultural allí y me llamó la atención que antes de iniciarse el numerito, una voz decía a los asistentes: “Muestre su cultura, si necesita dar mamila a sus pequeños, hágalo por favor en el vestíbulo del teatro”.

Dos días más tarde, el azar hizo lo suyo y presencié un espectáculo dancístico junto a una chica que al intermedio y la charla se identificó como una de las trabajadoras en ese teatro. Le pregunté sobre la expresa prohibición de “dar mamilas” y me dijo: “Es que hay personas que traen a sus hijos y en el intermedio, ordenan a las nanas que les cambien el pañal, aquí, sobre las butacas”. Ver para creer. Ella me comentó que seguramente iba a causarme sorpresa, porque yo venía de la ciudad más culta de estado de Veracruz y entonces recordé La joyita y las cáscaras de pistaches que según los limpiadores, encuentran en los pasillos del Teatro del Estado, siempre tras una obra que representan los artistas del momento. Donde sea se cuecen habas.

martes, junio 05, 2007

Variaciones de junio, notas


El domingo anterior, un tiro de suerte detonó cuando las altas temperaturas de Coatzacoalcos y la búsqueda de un “Internet inalámbrico”, condujo a una compañera de medios y un servidor, al Sambors de la plaza Forum. El ex canciller Jorge Castañeda, con estricta ropa dominguera, se disponía a tomar sus alimentos, antes de dictar la conferencia que tenía programada en el marco del Tercer Encuentro Internacional del Mar. Su tema fue charlar sobre las expectativas de tan cacareado Plan Puebla-Panamá, pero qué mejor aprovechar en lo que el académico-político bebía un aperitivo (tequila) para medir su tolerancia ante la prensa, siempre latosa.

Lo del Plan merece transcribirse sin prisas. Pero el ejercicio mental que el ex canciller propuso, vale un comentario. Cuestionado sobre el tema migratorio y la posible integración Panamericana, Castañeda dijo: “Reunamos a todos los habitantes de Coatzacoalcos y pidamos: que alze la mano quién tenga familiares que trabajen en Honduras. Levante la mano quien tenga parientes trabajadores en El Salvador, en Nicaragua, etcétera. Quizá uno o dos. Y luego: alzen su mano los que tengan familiares que trabajen en los Estados Unidos. ¿Suponen ustedes lo que pasaría?”.

ME PARECIÓ VER A UN LINDO GATITO
La noticia de ayer era que un felino deambulaba por las calles de la ciudad de México. Y es que uno está acostumbrado a ver que por la banqueta andan ratas, burros, borregos, grillos, narcotraficantes y ciudadanos (todos de dos patas); pero un animal de ese calibre, pues no es algo muy común que digamos. Total, eran un tigre y león que se merendaron al hombre encargado de alimentarlos, sujeto que Milenio reportó como de 45 años (13:25) y Reforma (12:23) de 56 años.

Pero ya aclararon que ni el tigre ni el león escaparon, que eran mascotas de una empresa comercializadora de alimentos, que estaban enjauladas y con permiso emitido por las autoridades correspondientes. Esto pondrá sobre el mantel debatir acerca de la posesión de este tipo de animales. Felinos enervados o estresados, sin duda. A la víctima no le sucedió lo que a don Quijote, de tan enclenque que estaba, el león al que el caballero manchego retó, mejor lo olisqueó y se dio media vuelta. O para ser más contemporáneos, ¿recuerdan la novela del estadounidense John Irving, “La cuarta mano”, donde un periodista de televisión pierde la mano porque se la devora un león, en la India?

CALDERÓN, ¿SOLDADERO DEL PAPA?
El presidente de México, Felipe de Jesús, ya mostró que no sólo gusta de las chaquetas militares sino que también puede, en un descuido, calzarse las sandalias que caracterizan a las órdenes mendicantes y así, quedar bien con dios y con el diablo. El mandatario mexicano, quizá apabullado por el lujo de la Santa Sede, se contentó con una charla en privado y como en boca cerrada no entran moscas, pues chitón con el tema del aborto y la ley de convivencia. Quizá trascienda lo que pudo haber susurrado al oído del santo padre, algo así como: “No se preocupe, su feudo Guadalupano está a salvo del control de la natalidad y le prometo que me esforzaré para que en 2009, seamos un chingo de mexicanos, que obreros es lo que falta en los Estados Unidos”. Y claro, para cerrar con broche de oro, su familia entregó regalos al Sumo Pontífice. Nada que ver con la visita del anterior Papa a Cuba, cuando se rumora que Fidel Castro, entre sus medallas, llevaba colgado un preservativo, por aquello de: “Si la Santa, cede”.


lunes, junio 04, 2007

Derecho a desmadrar “La joyita”

Es un predio de más de treinta hectáreas que hace treinta años, estaba más que a las afueras de Xalapa y entonces no interesaba si un hombre, machete y hacha en mano, derribaba un encino para hacer leña y aprovechar aquellos recursos naturales. Si ese mismo tipo advertía la presencia de una serpiente coralillo y con la punta del machete, de un tajo, le cercenaba la cabeza, pues tampoco había problema. El lío se debe al desordenado crecimiento de las ciudades, los contratos millonarios que autorizan a erigir fraccionamientos o colonias populares en zonas que deben estar protegidas y a la manga ancha y cabeza dura de los “riquis” que seguramente prefieren respirar en la campiña francesa y por eso les debe importar un soberanísimo carajo terminar con los espacios que ahora, treinta años después, son las áreas verdes de una ciudad que ha servido de base para que ellos, los indolentes, amasen sus aparentes fortunas.

Pero es que sí, viéndolo con mayor calma y a favor del progreso, hay que echar cimiento y cemento, que un dinero de más jamás le va mal a ninguna bolsa. No importa que los pocos manantiales que quedan en la zona de Xalapa estén contaminados con caca, para eso las plantas purificadoras dan trabajo a los aguadores del siglo XXI mexicano, que por las calles se dejan andar con el pregón: “Agua” y caminan muy atildaditos con su faja bien puesta. Total, el día que Dios y el Diablo nos vuelvan a jugar a los dados, como lo hicieron con el inocente de Job, y digan: “Quitemos el agua a estos infelices, a ver si te siguen alabando” pues tendremos que hervirla a unos trescientos grados centígrados, para que se mueran bien los gusanitos y los efectos que pueda causar nuestra mierda.

Y es que uno debe tener absoluto derecho para hacer y deshacer con los bienes privados. Si es “mío” no tengo que pensar en ti, aunque te haga daño. Porque si a ignorar al de junto vamos, pues mañana retaremos a ver qué tanto decibeles nos aguantan los oídos y el vecino ponga su “cumbia” a todo volumen, que total, ya ni molestará, porque entre la “salsa” del de junto y el “hip-hop” del otro, pues ni siquiera escucharemos. Y bien, a quien le moleste el escándalo, pues que se largue al monte y se busque una cueva, se deje crecer la barba y por la noche salga a mirar las estrellas, que de vez en vez, iremos como peregrinos a preguntarle si los astros nos deparan algo mejor.

Si hay una acción que lacera al resto de la ciudadanía, pues no hagamos sangre. El único “pecado” (si es que lo deseamos ver con tintes religiosos) de los que ahora vemos como depredadores, es que tienen mucho terreno y claro, lo que hagan, será más visible. Porque si de ecologistas nos ponemos, habrá que comenzar los borradores de unas ley donde condenemos a las abuelas, esas brujas que aún gozan de casas con patio y traspatio y que envenenan a las hormigas para que los bichos no terminen con sus rosales. Cuando esta ley se apruebe, agradeceremos cualquier delación: “Ey, pst, la abuela mandó derribar cinco hojas de la mata de plátano, porque va a preparar tamales”. Y nada de gimoteos, cárcel.

Y ya entrados y con garrote en mano —que para que al homo sapiens le salga su parte de orangután no tenemos que retroceder millones de años— pues apedrearemos a las mujeres que, sentadas en las banquetas, venden hongos silvestres… lea bien: “silvestres”, quiere decir que las muy desconsideradas han arrancado algo del vientre de la madre Naturaleza. A ver, ¿por qué la ley no es pareja? ¿En qué difiere la abuela que tiene derecho a envenenar a las hormigas de su jardín, la vendedora que vende el fruto de su recolección y el milloneta que va a desmadrar un bosque para construir un fraccionamiento? Por Dios, hay cosas más importantes en la vida, como por ejemplo, distribuir copias de los DVD que alertan sobre el cambio climático.