viernes, marzo 30, 2007

ORTEUV y sus “putos mexicanos”




A pesar de un ruido que se convierte en el incidente de la noche —una filtración que provoca goteras en la zona derecha del interior de la sala chica del teatro del Estado y que sólo puede ser resuelto gracias a una cubeta, entre las escaleras y las butacas— el actual montaje de la Organización Teatral de la Universidad Veracruzana (Orteuv), “Odio a los putos mexicanos”, ha provocado ligeras retahílas y persignaciones, por el título, pero un lleno constante en la sala.



Era muy evidente que en una ciudad como Xalapa, en la que sobran los sitios donde las teiboleras se ganan el sustento, estrenar y correr una temporada que llevara en su título una palabra tan, pero tan socorrida y curiosamente, tan, pero tan escondidita en las conversaciones a la mesa, provocaría menos repudios que asistencias. El Diccionario del español usual en México (del Colmex) dice que “puto” es: (Groser) 1 Hombre homosexual: un bar de putos 2 adj Que es cobarde o miedoso: “No seas puto, éntrale a los madrazos”, “Es re puto, no va porque hay perro”. Pero la variante de “puta” también es aguerrida en nuestra lengua, puede ser expresión que intensifica (“¡Esto no es suerte, son chingaderas, en mi puta vida vuelvo a jugar contigo!”) o expresión de asombro (“¡Puta madre, qué susto me dio el pinche temblor!).



Y curiosamente lo escrito por Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom), se trata de una historia de amor; como en algunas novelas del colombiano Fernando Vallejo, que cuentan sobre el amor en el país del odio. Una mujer horrenda, del sur de los Estados Unidos, sólo puede imaginar al mundo gracias a la televisión, al cotilleo de su pueblo, a las lecturas bíblicas y a su experiencia. Pues ella, marcada por lo canallesco, narra por qué razón odia a quienes no llevan su color de piel, a los putos nigerianos, a los putos asiáticos come-gatos, pero sobre todo, odia a los putos mexicanos: come-frijoles, come-tortillas-mojadas. ¿Quién ejerce más xenofobia en un lugar que se coloniza siempre, como ha sido la constante histórica de aquel país, por las diversas razas?



“Odio a los putos mexicanos”, el montaje, fue ideado por sus directoras, Miriam Cházaro y Alba Domínguez, con más derroche de juegos escénicos que de recursos económicos. Una muestra de que la Orteuv no siempre acude a los artificios de vestuarios y escenografías costosas —tiempos que evidentemente pasaron a mejores recuerdos del teatro universitario y profesional de Veracruz— pero que en esta ocasión, con la versión de este concierto a cuatro manos, entregan al público una muy bien lograda pieza que tiene de todo, desde el rap “con un dedo en el culito” hasta la aparición de un pedorro y desenfadado dios.



El texto (un párrafo a renglón cerrado), que sólo tiene un personaje, a Tamara Lee, fue escrito para cinco voces femeninas. Pero cuando surgió el montaje se anotaron los actores Carlos Ortega, Valeria España, David Landa, Rogerio Baruch, Héctor Moraz, Gema Muñoz, Freddy Palomec y Raúl Pozos. A diferencia de otras obras, aquí interpretan a un solo narrador y no a personajes, hecho que sin embargo no evita que los “voceros” de Tamara Lee resbalen en algunos clichés. Pero como dice Cházaro: “Es una historia que puede ser contada de muchas formas”, que viene a completarse con lo que Alba comenta entre carcajadas: “Legom cumple con su labor de escupirlo en el papel y es el director quien enfrenta la concepción en el escenario”.



El día primero de abril el montaje llega a las quince representaciones, que marcan el fin de la temporada en la ciudad de Xalapa; después se van de gira al Distrito Federal y a Querétaro. Se trata de una buena oportunidad para asistir a un obra ya corrida —los estrenos jamás son recomendables— y entender esa cruda fábula de quienes buscan en otro país las posibilidades de sobrevivir. Es una buena obra, en un buen espacio, aunque de pronto aturda la gotera en la sala.

jueves, marzo 29, 2007

Bautizos y nombres

Foto: Ixchel

La mañana olía a la cera más vieja del pueblo y contrastaba con el aroma a pan recién horneado. Hacía pocos minutos que el silbato del ferrocarril resonara por sobre los techos rojos de las casas y por debajo de las torres de la iglesia. Después, el lugar se quedaba mudo; las mujeres ya no correrían más hacia la estación, con la esperanza de revender un pan de ajonjolí o unas ruedas de queso de cabra. Los hombres iban dejando atrás las calles polvosas y se perdían en las cercanías de los potreros. Los niños se habían apretujado a la entrada de un edificio de piedra volcánica, mientras: sus brazos flacos y prietos de mugre decían “adiós” a la caravana de vagones de carga y pasaje remolcados por una máquina que no cesaba de eructar humo, silbidos y campanazos.

El tren partía y la cuenta de las doce próximas horas comenzaba para los de Las Vigas.
***

En el interior de la iglesia los cirios y las veladoras ardían como de costumbre, vigilando las caras de los santos de madera: Ignacio, Apolinar y Teresa; los ojos de vidrio de las figuras de yeso: Virgen de los Remedios, San Pedro, San Isidro Labrador y María Magdalena; la piel rugosa de los personajes de los retablos: Virgen de Guadalupe, Santísima Trinidad; Jesús crucificado y San José.

De la puerta de madera, de la sacristía, emergió un aroma de incienso lágrimas de la virgen y el humo se comenzó a colar hasta donde los cuadros votivos (moda del cura recién llegado de Celaya) que reproducían la muerte de los acaudalados, mártires y pecadores que alguna vez experimentaron el remordimiento de sus culpas terrenas y mandaron retratar fragmentos de su existencia a los pies de ciertas leyendas:

“Aquí, la niña María Eusebia Agripina, hija de don Onésimo del Carmen Armenta y Landa es matada por las manos asesinas de quienes le quitaron la vida a la corta edad angelical de cuatro años cumplidos y se ve cómo su alma sube al cielo en forma de una palomita rodeada de fuego de la eternidad que sigue ardiendo en el corazón de los afligida padres”.

Aquellas láminas, oscuros soportes para las tenebrosas alegorías, se gastaban por los aromas y las miradas de los fieles que se iban acodando en las bancas.

El sacerdote caminó hasta la pila bautismal y sumergió sus manos en tanto rogaba al Dios de los maderos le permitiera purificarse, lavarse con el agua bendecida y convertir a cuantos mojara, en seres más blancos que la nieve.
***

Núm. 160. Reynalda.
En la Iglesia Parroquial de Las Vigas a veintiséis de enero de mil novecientos veinticinco yo, el Cura encargado, bauticé solemnemente, puse óleo y crisma a Reynalda, de trece días de nacida, hija legítima de Melitón Sotero de Jesús Elizondo y de María Pastora Isidra de la Soledad Falfán; fueron sus padrinos José Vianney Landa y Eufemia Gabina Landa, a quienes advertí sus obligaciones y parentesco espiritual.- Doy fe.
Justino M. Olivares
***

El diácono alcanzó su mano derecha hasta el cordón mugroso que pendía del badajo de la campana. Se anunció el inicio de los servicios religiosos y un coro desafinado predicó la sumisión del alma encarcelada a preferir por la existencia de un Dios Todopoderoso. Comenzaba la oración y los corazones se elevaron.

Todos admiraban al Dios que guía, conduce y abate el alma y que viene desde el santo Monte de los Olivos, los tabernáculos y se posa sobre el altar de piedra que besa el sacerdote a fin de idolatrar las reliquias de los mártires. Como intentando traspasar con los labios los tres manteles de lino, representación con que fue cubierto el cuerpo de Jesús, por los siglos de los siglos.

miércoles, marzo 28, 2007

Adriana Duch y la breve historia de una obra


Adriana Duch, en el año de 1993, era la jovencita guapa y chilanga que tomaba clases para formarse como licenciada en actuación en el entonces viejo y ajado edificio que ocupaba la facultad de teatro de la Universidad Veracruzana, en la calle Sebastián Camacho. La primera vez que la observé jugaba, como parte de su clase de actuación, a brincar la cuerda, durante una de las extenuantes sesiones que dirigía la siempre inflexible profesora Norma Angélica. Y válgame el juego de palabras, pero hacer cursos con la profesora era internarse en una norma angelical.

Por aquellos años las paredes de sitios nobles (cafés y bibliotecas frecuentados por artistas radicados en Xalapa) lucían tímidos carteles en los que se leía: “Grupo Tablas y Diablas, invita al taller de máscaras que será impartido por Alicia Martínez”. El venturoso anzuelo fue aceptado por la jovencísima actriz y a partir de entonces surgieron montajes prominentes, como el inolvidable “¿De qué te ríes?”, que se representó en el vestíbulo del Museo de Antropología de Xalapa. Los que asistimos a ver aquella obra sabíamos que Adriana Duch pintaba para las grandes ligas, pero algo nos indicaba que la chica tiraba más por el teatro culto o de “capilla” que por hacer fila para audicionar en Televisa y lograr un papel en las telenovelas.

Hacia 1995 la actriz asistió a un curso de máscaras con un teatrero francés que marcaría rumbo en sus trabajos posteriores: Jean-Marie Binoche, un hombre de seria apariencia pero un ludista convencido de que el teatro es un arma tan efectiva como cualquier otra. De esa relación maestro y discípula sobrevino la de director-actriz. Ella, dispuesta y disciplinada; él, muy convencido de que en Adriana había madera suficiente como para levantar anclas y permitir que el barco fuera hacia territorios de la imaginación.

El dueto Binoche-Duch ha montado tres obras y en una ciudad como Xalapa, donde la oferta teatral es amplia y en la mayoría de los casos se trata de una caja de Pandora, mencionar una temporada de este par significa un teatro de calidad, divertido y crítico. “El agua dice lo que pienso” es la última pieza que recién estrenaron; está formada con tres historias (un cuento: africano, turco y celta) independientes pero tan bien ligadas, que al terminar el espectáculo uno ha asistido a tres visiones de iniciación, tres formas de interpretar la vida y que confirman que, a veces, es cierto que sólo hemos venido a soñar.

Las actuaciones de Adriana Duch, en este montaje, deben ser apreciadas en plural. No se trata de un personaje, un narrador, un monólogo… es un abanico de posibilidades que parten de un solo cuerpo y confirman que un teatro sin artificios y sin costosas escenografías es posible sólo cuando la solera del actor no está a discusión. Lúdica, mucha y fantasía, aún más, es lo que mantiene atento al espectador, como en la primera historia, por ejemplo, cuando las manos de la actriz son las veces de los personajes y su voz matizada es la que lleva el contrapeso de la historia. Es una obra de tal intimidad y cercanía, que las sensaciones provocadas por la artista recalan en la vieja conseja para subir a los escenarios: “responder a estímulos falsos con sentido de verdad”.

Los orígenes de “El agua dice lo que pienso” refieren al año de 1977, cuando en París, dos hombres del medio, Jean-Marie Binoche y Georges Perla, idearon un espectáculo para hacer que el teatro fuera a la casa del público. Enfocado principalmente a espectadores obreros, esta pieza se presentó en cocheras, salas y sitios que podían albergar a no más de cuarenta personas. El resultado de aquel teatro en casa fue sorprendente, 600 funciones, unas compradas por instituciones y otras pagadas por empresas y ofrecidas a sus empleados. La escenografía mínima estaba hecha a propósito, pues se trataba, entonces y se trata hoy, de que el espectáculo viaje y se represente sin el problema que significa encontrar establecimientos construidos para la escenificación de montajes.

Hoy, “El agua dice lo que pienso” se presenta en el teatro La Caja, es una oportunidad que no hay que dejar ir.

martes, marzo 27, 2007

Martina la que recuerda


Martina nació en 1930. No se acuerda qué ocurría en el país porque en Tierra Blanca interesaban poco los acontecimientos ajenos al lugar. Su orfandad transcurrió buena, porque la tía Esperanza, quien fue su custodia hasta que llegó a los veinte años, era una vieja solterona que dedicaba tres cuartas partes del día en los rezos y las novenas propios de cada mes.

Creció entre las consejas de la vieja y las recetas de los guisos que exigían como primer requisito el sahumerio de las cocinas y el tizne sobre las bases de las cazuelas de barro.

La muerte de la tía Esperanza le significó perderlo todo y aún recordaba los materiales del ataúd y el milagro sucedido en la misa funeral. Sus veinte años atestiguaron que ese día el órgano de la iglesia estaba descompuesto y por tanto no hubo disposición para una misa cantada, pero cuando el sacerdote roció con agua bendita el féretro de la tía, un “coro como de ángeles” cantó el Ave María más dulce que jamás escucharan y el templo se invadió de un aroma a rosas y el alma de la tía se transfiguró en los rayos de un sol de mediodía que se colaban de una ventanilla de la cúpula hasta chocar contra el suelo.

Martina se educó hasta que una maestra le dijo que sabía leer, escribir y hacer números, en adelante viajó de Tierra Blanca a Córdoba y de allí a Xalapa y a la capital llegó para quedarse. A mediados de los cincuenta una enfermera la ayudó a colocarse como “galopina” en el hospital de ferrocarrileros, donde permaneció poco más de tres décadas, hasta su jubilación, tristísima; o hasta que el presidente de la república gris (el hombre... y también la república), llamado Miguel, incorporó el sistema hospitalario al IMSS.

Pero su estancia en el hospital le valió hacer amistades con sus compañeros de trabajo y extender aquellos lazos afectivos con los hijos a través de la única vía posible: amadrinarlos en bautizos, primeras comuniones y quince años. De tal forma, Martina era la madrina de un centenar de chiquillos que le decían “Tía”. Docenas de jovencitas que le llamaban “doña Marty” y de una que otra mujer que prefería llamarle “comadre”.

Martina siempre se guardó el derecho de concebir hijos, pues con sus ahijados le bastaba y aceptaba los apelativos que le daban y tenían, por supuesto, que ver con la cuestión religiosa. “Yo te llevo a la iglesia, porque si me quieres de algo, que sea por Dios y no por los compromisos sociales” le decía a todo al que se le acercaba con la finalidad de invitarla a formar parte simbólica de la familia.

Esos tiempos habían pasado. Ahora, de la calle no escuchaba más que los pasos; de su casa, el reloj que la acompañaba; porque ni siquiera el teléfono había timbrado; ni una llamada de cortesía para preguntarle cómo seguía de su enfermedad. Mas se acordaba bien de todos y no era porque deseara que le pagasen los favores recibidos, eran, mejor dicho, las ansias de una muestra de afecto.

Sus párpados cayeron y unas gotas de sudor se le agregaron a un raído camisón de franela. ¿Qué importaban si eran unas gotas más? Igual apestaría más hoy que mañana, igual los cabellos estarían tiesos y le brillarían por el cebo. De la misma forma iba a continuar soportando el tufo agrio de sus ingles y axilas. Ni era caso moverse y poner en peligro la mariposa de la venoclisis para estar en pie y bañarse a consciencia, como en los viejos tiempos. Estaba resignada a una pudrición lenta, al fin y al cabo el descubrimiento de los médicos no era un signo de edad sino un “ya lo esperaba”.

Martina palpó su vientre hinchado y recordó cuántas veces le insistieron en atenderse, pero le molestaban los comentarios que se le formaban alrededor: “Desde como los treinta y cinco se me hinchó la barriga (decía) y a mi edad ya no se recuerdan los odios (dijo)”.

Quería sólo morir tranquila, porque la muerte se le hacía muy cercana y los recuerdos demasiado ligeros; pero esa aparición de la guadaña, de la sombra, que la acompañaba todos los días, que dormía con ella noche tras noche.

lunes, marzo 26, 2007

Mensajes de antaño


(3 y último)

En la última entrega escribí que cerraría esta mínima serie con anuncios o notas publicadas en medios xalapeños. Pero revisando el fichero, me percaté que vale la pena atisbar una nota de Tampico. Y con esto corroboramos que solo cambiamos de fechas y comodidades, pero que nuestras filias y fobias, no han cambiado demasiado.

BAÑOS
“La Claudina. Baños Rusos, de Regadera y de Ducha. PARA SEÑORAS Y CABALLEROS. Los más céntricos, los más modernos y cómodos.
El día 1º de Junio quedarán inaugurados los nuevos departamentos de estos baños, contruídos a todo costo, en vista de la necesidad de un establecimiento digno de la población. Con las recientes reformas hechas á los departamentos que ya existían y las comodidades que reúnen los nuevos, el público contará en lo sucesivo con un establecimiento de baños, á la altura de los de México.
La nueva tarifa de precios será la siguiente: Primera clase. Baño ruso con estanque $0.75 cts. Regadera con estanque $0.30 cts. 2ª Clase. Baño ruso sin ropa $0.40 cts. Regadera $0.20 cts.
¡A bañarse! ¡A bañarse! Los baños rusos y de regadera son los más sanos y los más higiénicos. Agua en abundancia y perfectamente limpia. Mucho aseo y actividad en el servicio. Pídase el inmejorable jabón marca La Claudina”.
(El Orden. Xalapa. 1905)

LO QUE DICEN SUS MANOS
“Pirógrafo polaco Dr. W. Kerlor…
[Los lectores enviaron una impresión de sus manos, en papel; el periódico contesta]
ROBERTO MOMO.- Sus pulmones llevan indicios de peligro, y no debe Ud. afrontar situaciones no muy claras, sin la seguridad de poder dominar el objeto de su deseo, sea en negocios, o en amores. Facultado para desempeñar una gran variedad de servicios y de posiciones. Personalidad fuerte y débil a la vez, como Ud. bien auna. Destino verdaderamente activo y lleno de acontecimientos. Muchos viajes y acumulación de conocimientos útiles. Suerte en contacto con gente de poder, influencia en los negocios, el Gobierno, el extranjero, allende los mares o con personas del ejército… Cabeza algo voluble y tendencias neurasténicas que debe evitar… Mejor no fumar. Cuide su salud durante este año”.
(El Mundo. Tampico. 1926)

Para 1956, en la ciudad capital del estado de Veracruz circula ya el Diario de Xalapa, cuyo ejemplar tenía un costo de 30 centavos. ¿Costoso? De la publicidad proporcionada en aquel año, sabemos que una cajetilla de cigarros Alas Extra, ovalados, tenía un precio de 55 centavos (moraleja: los cigarrillos siempre han sido más caros que un ejemplar de periódico). Una cámara fotográfica marca Bolsey 35 mm. 3.2, con “telémetro acoplado con equipo de flash” cuesta 475 pesos, en Foto Frutis. De los ejemplares de entonces, transcribiré tres pequeñas notas de una sección titulada YO LO VI. El mes de referencia es junio, del año 56.

“En la calle de Milán habita una dama que fomenta el curioso pasatiempo de atrapar cuanto gato tiene la desgracia de cruzar por sus dominios con el siniestro fin de darle muerte sin previa formación de causa, para tatemarlo más tarde sobre las flamas de [una] hoguera y arrojarlo hacia la calle de Comonfort. [El vecindario está alarmado] no por la raza felina, sino porque el amontonamiento de bichos achicharrados despide satánicos olores, piden que sea investigada la actividad de la antigatuna mujer”.

“El reloj de la iglesia ‘El Calvario’ no sirve ya ni para el adorno, pues además de que no funciona, la carátula se encuentra en tal forma destrozada que imprime un sello de abandono… a la torre”.

“Es necesario que algunos vecinos y locatarios del mercado ‘Jáuregui’ comprendan… el mal… [por] arrojar basura, aguas negras y otros desperdicios a la atarjea”.

viernes, marzo 23, 2007

Mensajes de antaño

(2 de 3)

Seguimos con las noticias que sorprendieron, escandalizaron y crearon debates entre los mexicanos de hace muchas décadas. La copia del entrecomillado es textual. Nótese la redacción y ortografía imperantes en la época.

LOTERÍAS DE CARTONES
“Algunos colegas de ayer y hoy piden al Sr. Gobernador del Distrito clausure las casas donde se juegan loterías de cartones, pues allí, dicen, se reúnen las clases más ínfimas, que halagadas por la esperanza de ganar tres ó cuatro pesos, van a dejar el fruto de su trabajo”.
(El Nacional. 1884)

ROBO DESCUBIERTO
“Martina Zarco de Martínez fué á empeñar ayer dos pares de zapatos al Bazar de los Sepulcros de Santo Domingo, pero como el dueño de establecimiento reconociera que aquellos zapatos pertenecían a los robados no ha mucho tiempo en una zapatería de la calle de Sta. Isabel, esquina á la Mariscala, dió parte á la policía, que aprendió a la portadora del calzado. Mucho cuidado se necesita, para no cometer una injusticia en un asunto como éste, tan dado á equivocaciones”.
(El Nacional. 1885)

IMPOTENCIA
“DEBILIDAD, IMPOTENCIA. Contra esas calamidades aconsejamos el uso de las Gotas Regeneradoras de Thompson. Todos los que las han probado han obtenido los resultados más satisfactorios. Las legítimas gotas de Thompson se hallan de venta en la Droguería del Puente del Espíritu Santo núm 1 —Casa de Wyngaert— Precio, 4.50 el frasco”.
(El Nacional. 1885)

PRÓXIMO JURADO
“La noche del día 20 de sep. del año actual, se registró en la casa núm. 1 de la calle del Puente del Clérigo, una tragedia en la que resultó víctima una mujer llamada María García, que vivía en amasiato con Melesio, del mismo apellido, cochero de oficio.
…él cogió un bastón y con él dio algunos golpes a la mujer, quien en defensa propia cogió una navaja y con ella agredió al hombre.
…en el momento en que vió que su amasia pretendía lesionarlo, la sujetó de las manos y según declara él, en esa lucha la mujer se lesionó la ingle izquierda causándole la muerte”.
(El Popular. 1903. Afirma que tira: 48, 648 ejemplares).

JABONES MEDICAMENTOSOS
“Jabones Medicamentosos de Grimault y Cía.
Jabón Sulfuroso contra los granos, las manchas y eflorescencias á que se halla espuesto el cutis.
Jabón de Proto-Cloruro de Aldrargiro contra las comezones, los empeines, herpes, el eczema y el prurigo.
Jabón de Alquitrán de Noruega empleado en los mismos casos que el anterior.
Jabón Sulfo-Alcalino llamado de Helmerick, contra la sarna, la tiña, el pitiriasis del cuero cabelludo.
Jabón de Acido Fénico preservativo y antiepidémico.
Jabón de Bicloruro de Hidrargiro que reemplaza la pomada mercurial, en la destrucción de los parásitos del cuerpo.
Paris, 8, rue Viviente, y en todas las farmacias”.
(El Popular. 1903)

Y la próxima y última, noticias de periódicos publicados en Xalapa.

miércoles, marzo 21, 2007

Mensajes de antaño

A mi tío José, por sus 64.

(1 de 3)

Los periódicos atrasados que se olvidan al fondo del revistero, no siempre llaman la atención del lector olvidadizo. Pero encontrarse con un ejemplar (íntegro o al menos la mitad de él) de hace 20, 50 ó 100 años, hace que hasta el más desinteresado sienta necesidad de enterarse cómo se veía el mundo de entonces. A continuación incluyo algunos fragmentos de periódicos antiguos. Es trascripción textual y al terminar la cita, entre paréntesis, indico la fuente y el año. Las fuentes directas están el en Archivo General del Estado de Veracruz.

VIAJE CON NOSOTROS
“Para este mes de febrero de 1852, la casa de Diligencias Generales, del finado Anselmo Zurutuza, hoy bajo la dirección de don Isidro Adove, anuncia:
Línea de Veracruz.
Sale de Veracruz a México todos los días, excepto los domingos, y de México a Veracruz todos los días, menos los sábados.
El viaje de Veracruz a México se hace en tres días y medio. A las cuatro de la tarde sale la diligencia y, sin detenerse en ninguna parte más que para cambiar de caballos, llega a Jalapa al día siguiente a las siete de la mañana. Allí se almuerza y a las diez se continúa el viaje a Perote para llegar a las entre cinco y siete de la tarde. En Perote se duerme. Al día siguiente, a las cuatro de la mañana, continúa la diligencia hasta Puebla, arriba a las cuatro de la tarde; antes, los pasajeros almorzaron en el pueblo de Nopalucan. En Puebla se duerme. Al día siguiente, a las cuatro de la mañana, sale la diligencia; se almueza en Río Frío a las diez y media y a las cuatro de la tarde se llega a México”.
(Tiempo de México. 1852)

PELADOS, LÉPEROS Y CHINAS
“Lo primero que llama la atención a quien llega a la capital es el infinito número de pobres… se toman tres actitudes ante la multitud de desamparados: la compadece, la ignora o la desprecia…
El estigma de la ‘chinaca, la leperuza o el peladaje’… no es otro que ser pobres por ser indios: los vencidos de 1521 a quienes se asocia a sacrificios humanos y supersticiones bárbaras…
PELADO…su pobreza lo obliga a andar ‘en pelota’, con la piel al aire…
LÉPERO… cuyas palabras y acciones constituyen leperadas… posible relación con lepra, por enfermedades de la piel…
CHINA… la mujer del pueblo que vive de su trabajo, generalmente como sirvienta, o de su esposo o amante… sobresale por su asco, su traje pintoresco y su andar provocativo…
(Tiempo de México. 1854)

¿SUSTITUIR A LAS HERMANAS DE LA CARIDAD?
“Veracruz, Veracruz, a 1º. De febrero de 1875. Finalmente abandonó el país el último grupo de Hnas. De la caridad…
Su salida obedece al decreto que suprimir la orden de San Vicente de Paul, en virtud de la incorporación de las Leyes de Reforma a la Constitución…
…Esfuerzos para ‘reorganizar la beneficencia, haciéndola moderna, laica y científica’…
Las que más sentirán la ausencia… serán las prostitutas, los mendigos, cuyo número se ha incrementado notablemente… Difícilmente el gobierno encontrará personal que substituya a estas monjas en la labor que realizaban”.
(Tiempo de México)

martes, marzo 20, 2007

Urracas hoteleras y vicios menores

Manuel Leguineche

En la colonial ciudad de Guanajuato, en un pequeño bar llamado “Las ranas”, anejo a un hotel, las mesas estaban equipadas con sencillos ceniceros de barro que exhibían una leyenda atractiva, curiosa y que invitaba al hurto: “Este cenicero me lo chingué del bar Las ranas, de Guanajuato, y me vale madres”. Lamentablemente los ceniceros carecían de utilidad posterior, porque el barro no estaba vidriado y el uso continuo hacía que las bandejillas emitieran fuertes dosis de nicotina.


Pero bueno, con utilidad o sin ella, era una especie de simpático regalo de la casa, porque tenía la característica de todos los afiches con que carga uno cuando sale a un viaje. Ceniceros, vasos, jabones, esponjas entintadas para limpiar zapatos, botellitas de champú y enjuagues, gorros de baño, sobres y papel membretado, toallas, sábanas, la Biblia o alguna edición fragmentada, el llavero, las almohadas, los controles de televisión y en casos insólitos, hasta los aparatos de mayor tamaño, como el televisor. (¿Se sabrá de alguien que se llevó el frigobar? ¿La tina?).


Es evidente que un cenicero que incluya la publicidad de los hoteles, está puesto allí con la finalidad de invitar al cliente a participar en un robo que se parece más a la mentirilla piadosa. Pero ya cargar con otros enseres, ha motivado a las anécdotas más sabrosas, picantes y que levantan rumores y maledicencias sobre los huéspedes que se salen con la suya o los que pasan por la vergüenza pública de abrir sus maletas cuando el gerente les solicita una necesaria inspección.


Y el tema vino a cuento porque en uno de los capítulos de “Hotel Nirvana” (que lleva un subtítulo: La vuelta a Europa por los hoteles míticos y sus historias), de Manuel Leguineche, trata el asunto de los robos, los voluntarios y los descarados. Pero como el periodista vasco no se refiere a los pequeños hoteles sino a los sitios más exclusivos del viejo continente, es motivo de partirse de risa enterarse que también los aristócratas, los nobles, los millonarios, los famosos, los industriales y los políticos, tratan de salirse con la suya.


Va un párrafo que me pareció memorable, porque salimos a cuento. Es del capítulo 14, llamado Bruselas, un decorado de ópera. Allí se lee: “En el Metropole de Bruselas un cliente mexicano se llevó no el albornoz sino el espejo del baño. Se encaprichó y a la maleta. Era una situación delicada: el mexicano se había pasado la noche desatornillando el espejo, que no era fácil de arrancar. La dirección parecía dispuesta, una vez descubierto el hurto, a evitar el escándalo pero también a recuperar el valioso espejo. Cuando la doncella informó a la recepción que se había producido el robo el encargado de guardar las maletas hasta la salida del taxi que le trasladaría al aeropuerto estuvo atento a la faena. En cuanto el cliente depositó sus maletas, el empleado cerró la puerta con llave, las revisó una por una y dio con el espejo… Hay fórmulas en los hoteles para evitar el embarazoso momento… Se usan ‘frases acomodaticias’: ‘Se ha mezclado el albornoz con su ropa”.


Es verdad que uno arrasa con las minucias que llevan impreso el emblema de la casa, por ¿manía? ¿Vicio? ¿Necesidad? Un antiguo promotor de artistas me platicó que durante una gira, cuando sus representados abandonaban el hotel, le llamaron para informarle que faltaban los juegos de toallas de cuatro de las cinco habitaciones que habían alquilado, entre ellas, la suya.


Yo me voy a sincerar, escribiré qué me robo de los hoteles… claro, sólo la primera vez que viajo a una ciudad desconocida (después ya no le encuentro el caso)… los directorios telefónicos. Antes no había pensado en su utilidad fuera del área geográfica: pero son magníficos catálogos de nombres y guías para darse una idea de lo que es posible encontrarse en una ciudad. Independientemente de la guía Roji o los “callejeros” electrónicos.

lunes, marzo 19, 2007

África. Del entorno al retorno

Escuchar la palabra “África” equivale al surgimiento de representaciones mentales que si bien no son ajenas, son excluyentes de una realidad total. Uno evoca leones, elefantes, una caravana de negros que camina tras un expedicionario y otros espejismos. Las imágenes proporcionadas a través del cine han provocado que en nuestra mente abreven fantasías y exotismos.

Se trata de un continente lejano y de contrastes y por lo tanto en las bibliotecas privadas, escasamente surtidas, habrá pocos libros dedicados al estudio de África o quizá estos no pasen de los clásicos ejemplares que se utilizan para adornar la estantería: bellas ediciones con impresiones a todo color. Información atrapada en las páginas de libros que publicitan los sitios más recónditos o más raros; Atlas geográficos y manuales que describen con brevedad la vida animal. Una reciente crónica de un viajero se dedica a deshilvanar el arribo al aeropuerto de El Cairo, donde se respira con dificultad porque el calor es insoportable y hay que andar sobre el asfalto abrasador, porque no había servicio de autobús. Allí está una primera aproximación en las páginas de un semanario.

Cuando se menciona lo ajeno, lo lejano, se declara la existencia del “tú”, el “otro”. La investigadora Ximena Picallo analiza el efecto de la descolonización de la imaginación en la literatura africana. Una literatura que antes de encontrar sus propias voces, fue dominada por las presencia del “otro” en su calidad de un observador extranjero. Y advierte Picallo que es necesario situar distancia con respecto al “invitado” —que como sucede en cualquier situación de dominación y colonia— y centrarse específicamente en la producción nativa, de tipo más local. En la medida que se atiende la explicación de una visión del mundo inmediato, es posible hallar los rasgos más distintivos de una cultura. Pero si la literatura no suple a la historia aunque las ficciones tengan necesidad de un soporte de tiempo y espacio, en muchas ocasiones es el material del novelista el que difunde o divulga algunos hechos históricos.

Identidad y encuentro es lo que orilla a construir un imaginario determinado. Son pequeños mundos que gravitan en un planeta. “Si alguien observa mapas de África antiguos, enseguida se dará cuenta de una cosa: que en ellos se ven señalados decenas, cientos de nombres de puertos, ciudades y poblaciones que aparecen situados a lo largo de la línea de la costa y el resto, ese resto enorme e inconmensurable, es decir, el noventa y nueve por ciento de esta parte del mundo, se ofrece casi como una gran mancha blanca, con alguna que otra señal dispersa aquí y allá” (Ryszard Kapuściński. Ébano).

Angola, Argelia, Benin, Botswana, Burkina-Fasso, Burundi, Cabo Verde, Camerún, Canarias, Chad, Comores, Congo, Brazaville, Congo-Kinsasa, Costa de Marfil, Djibuti, Egipto, Eritrea, Etiopía, Gabón, Gambia, Ghana, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Guinea-Conakri Lesotho, Kenia, Liberia, Libia, Madagascar, Malawi, Marruecos, Mauricio, Mauritania, Mayotte, Mozambique, Namibia, Níger, Nigeria, República Centroafricana, Reunión, Rwanda, Sahara, Santa Helena, Santo Tome y Príncipe, Senegal, Seychelles, Sierra Leona, Somalia, Sudáfrica, Sudán, Swaziland, Tanzania, Togo, Túnez, Uganda y Zimbawe.

viernes, marzo 16, 2007

La muerte de Joaquín Cabello

Foto: Antona

Al difunto Joaquín Cabello, cuando estaba vivo, le pareció que muy pronto vendría el tiempo propicio para comenzar el negocio de los helados y comenzó a malbaratar las golosinas que, desde la mañana hasta el atardecer, solía ofrecer a los automovilistas que tenían que soportar el engorro del tráfico y las muy recientes oleadas de calor. “A dos bolsitas por cinco pesos, jefe” decía a los conductores que lo veían con sus rostros desentonados, pues aquel vendedor tenía fama de bien administrado, poco dado a los vicios y siempre ofrecer dulces, cigarros o semillas y todos los productos bien frescos y conservados. ¿Acaso se le habían aflojado los tornillos o ya le daba por revolver la mercancía nueva con la rancia, y de allí la explicación a tanta solicitud y ofertas?

Pero la imaginación de este muchacho era un poco más desarrollada que lo común. Estaba seguro, había soñado hacer el gran negocio de su vida si en lugar de empaquetar golosinas y otras chucherías que provocaban antojo a los oficinistas, amas de casa, niños que iban o regresaban de sus escuelas, él diera una imagen fresca, rozagante y sin mácula de calor. Vamos, una especie de Joaquín recién bañado y con el evidente relajamiento de quien ha dormido las ocho seguidas y con la seguridad de tener la imagen suficiente para vender: “aguas frescas de sabores exóticos”.

“Tú ya perdistes el juicio y te quedastes tarado”, le decía su madre. Pero él se defendía con explicaciones que si no convencían a sus conocidos, en sus más apreciados ideales tenían la solidez de una ley irrefutable. Sí, porque durante uno de los tantos duermevelas obligados por el vaivén de los autobuses, el ruido monótono del tráfico de las avenidas que patrullaba a diario, las regurgitaciones del ácido vinagrillo de los chiles con que aderezaba sus lánguidas comidas y la desesperanza de saberse confinado a una vida de privaciones... había escuchado sobre la desastrosa nueva existencia que esperaba a los seres humanos: el cambio climático que conducía a una sed irremediable.

Joaquín Cabello no estaba muy seguro de haberle dedicado más de dos horas seguidas al tema, pero se trataba de un asunto de escuchar aquí y allá y como el sentido común siempre enseñará más que una biblioteca junta, el muchacho juraba que su invento ayudaría a los hombres y en su caso, lo libraría de la pobreza. “Agua fría con el color y el sabor de las violetas para aliviar los dolores de cabeza y refrescar los ánimos”. Y a la receta de violetas también añadió anís, menta, hierbabuena, lima, canela, brisa del mar, bosque verde y la especialidad, amanecer de primavera.

El asunto era sencillo, porque también alguna vez leyó un artículo titulado: “La industria imita los sabores y las sensaciones de la madre naturaleza”. Y como eso lo atrapó, recortó el rectángulo que ocupaba aquello y tras leerlo todos los días llegó a memorizarlo, sin excepción de puntos y comas. Y si los científicos se basaban: “...en la impresión olfativa para que gracias a los procesos químicos el usuario no pudiera diferenciar entre una manzana recién cortada y el aroma de los productos, al grado que con el paso del tiempo, proveerían por más habitual el aroma facilitado por las industrias que el de naturaleza misma...”

Cuando se confirmó la segunda ola de calor de la temporada, Joaquín inicio sus experimentos. Pero como de química sabía nada más que la existencia de un papel al que llamaban tabla periódica, su agudo sentido común le susurró de acudir a los aromatizantes ambientales y a las anilinas de la papelería de su barrio. Preparó exactamente nueve pócimas y cuando su lengua estaba entumecida y su paladar confundido, fue a la cama seguro de que para conseguir la gloria hacen falta los sacrificios.

Al segundo día de su sepelio, corrió el rumor de que la tumba de aquel desafortunado, debía tener algo de especial, bien fueran los despojos o el pedazo de tierra. Las flores, escasas pero llevadas con sentimiento, se marchitaron rápido; pero el olor que despedían era increíble, pues si el paseante de cementerios aguzaba el olfato, le llegarían pringas a: violetas, anís, menta, hierbabuena, lima, canela, brisa del mar, bosque verde y amanecer de primavera.


miércoles, marzo 14, 2007

Los discursos de los señores presidentes


El presidente de los estadounidenses, Georges W. Bush, en su discurso de recepción en Yucatán, dijo que comparte la construcción de: “un continente donde los pobres y los marginados puedan sentir los beneficios de la libertad en su vida diaria”. Entonces puede entenderse que siempre es preferible un mendrugo de pan, dilatado en el masticar, por duro, pero siempre bajo las garantías que aseguran al individuo una libertad de palabra y pensamiento. El señor presidente en ningún momento se refirió a mejorar la vida de los pobres y los marginados, pero al menos garantizó la libertad.

Un marginado que consigue unas monedas en las calles de la Babilonia de Hierro, debe sentirse tranquilo al saber que la política de su país, representada con su bandera de las barras y las estrellas, han reaccionado con tal paranoia ante cualquier fracción del mundo que no piense como ellos, que la integridad de la nación está a salvo. Total, un elevado promedio de los estadounidenses tiene mayores posibilidades de muertes violentas producidas “en casa”, que ante la amenaza de un nuevo ataque aéreo. Incluso, sin la violencia repentina, el patrón de alimentación de un ciudadano del imperio lo expone a muerte por obesidad, diabetes e infartos al corazón, que al terror de que las hordas de indocumentados se levanten en armas y se los coman.

Ya lo dijo el presidente gringo, no hay que conformarse con esperarlo todo del acuerdo al que lleguen los respectivos gobiernos en el asunto de la reforma o el acuerdo migratorio. El propósito es de “pueblo a pueblo” y si ya está comprobado que los mexicanos son capaces de enviar aproximadamente 20 mil millones de dólares, ¿para qué fomentar la posibilidad de que los indocumentados paguen impuestos o al menos que se les pague como a un ciudadano que a pesar de la pobreza y la marginación, conserva intactos sus derechos? Además de familias, iglesias y universidades están cruzando pescuezos y la colaboración entre este tipo de instituciones rinde buenos frutos, ¿para qué queremos la intromisión de los políticos, que todo lo malean?

En cambio, el nuestro, Felipe Calderón, quiso recordar sus tiempos de lides oratorias en las juventudes panistas y le hizo ver que aunque presidente: “Soy originario de Michoacán, uno de los estados que más ha sufrido por la migración y sé del dolor de las familias al separarse y de los pueblos donde los ancianos se van quedando solos... Sé también que los mexicanos perdemos en cada migrante lo mejor de nuestra gente, gente joven, gente trabajadora y audaz, gente fuerte, gente que se va porque no encuentra aquí las oportunidades para salir adelante”. Qué corazón, de plano.

Pero como no todo se arregla con una caja de pañuelos desechables en la mano, también el presidente Calderón hizo de las suyas con la propuesta. Dejó en claro que sería mejor invertir en México y eso evitará que a la larga, en las céntricas calles de Los Ángeles proliferen los puestos de tamales o elotes recién hervidos y que de las ciudades de California, como una plaga, la “mexican food” se propague hasta en los recovecos más siniestros del imperio. Calderón Hinojosa sacó las cartas de la manga, pero sus intenciones fueron casi tan sincerotas como el discurso del buenazo de don Quijote de la Mancha; aseguró que en el territorio nacional se está haciendo una purga de malandrines.

Quizá los Estados Unidos generen trabajo en México, total, si deciden la construcción del muro, ¿de dónde van a sacar obreros si no es mano de obra mexicana? Es probable que en este renglón el presidente Calderón diga que los malandros capturados tomarán cursos de albañilería. Ay, los presidentes.

martes, marzo 13, 2007

Llamadas telefónicas: negocio y tortura



Las tarifas telefónicas de México son como los platillos a los que se tilda el apellido de “a la mexicana” y por lo general resultan de complicada digestión. Pero en los años felices, cuando el cableado aún no invadía la vista hacia el cielo de las ciudades, los recados y los recaderos tenían su debida importancia, ya que era imprescindible contar con la buena disposición del vecino de barriada que dijera a la familia que fulanito de tal mandaba decir que llegaría tarde, dado que se prolongó el rezo por el descanso del alma de la tía Engracia.

Pero eran también los años felices en los que cualquier ser humano requería un mínimo de neuronas para memorizar los números telefónicos de los conocidos, a lo sumo se trataban de cinco dígitos y unas tres docenas de direcciones. Y cuando en el vecindario eran pocos los que tenían el privilegio de escuchar en sus casas el “ring-ring”, aquella prerrogativa no los libraba de convertirse en la referencia y en los juglares de los chismecillos absurdos y las noticias graves. El cine nacional nos recuerda que hasta los años setenta tenían importancia capital los estanquillos y los corre-ve-y-dile; habrá quien tenga fresca la escena donde Pedro Infante, en su cacareado personaje de Pepe el Toro, recibe llamadas furtivas de la “rota” que anda tras sus huesos: “Ya le dije a usted que no me llame”, decía, con su cantaletita defeña, el ídolo del México de entonces.

Al paso del tiempo, las compañías prosperaron y cuando la moda fue la nacionalización de las empresas, en el país también se echó mano de la telefonía. Por un lado, las comunicaciones se expandieron y por otro, cuando el negocio estuvo en manos del Estado, la alta burocracia, el sindicalismo charro y las corruptelas dieron al traste con Teléfonos de México. Pero mientras el romance, los usuarios sabíamos exprimir hasta la última gota de zumo que rendía el servicio ilimitado de cobertura local, a cambio de una renta fija. En las calles, las casetas telefónicas cobraban sólo una moneda de veinte centavos y entonces, el invento de Graham Bell, sirvió incluso para iniciar amores y romper otros, para intercambiarse recetas de cocina o para hacer bromas.

Mi abuela, una mujer que sabía combinar al ladino de pueblo y al vivillo citadino, en una de sus horas de locura (seguramente), me enseñó a bromear: “Marca cualquier número y cuando te contesten diles que hablas de la radio porque estás haciendo un concurso y se trata de que digan tres veces: ‘Yo tomo ron Bacardí’ y cuando terminen les dices: ‘Pinche borracho’ —o borracha, según fuera el caso— y cuelgas”. Y claro que lo llevé a la práctica… pocas víctimas cayeron ante la voz de un niño que decía organizar concursos para Radio.

Llegó la privatización de la telefonía y con ello los cobros exagerados y verdaderos por el servicio. Primero, porque como siempre, en México se trata de un monopolio y segundo, porque esa característica los ampara e impulsa a cometer cualquier tipo de atropellos. Y si no nos gusta que a pesar de ser un país rico pero con ciudadanos pobres, las tarifas residenciales y comerciales son de las más altas en comparación con casi todos los países, pues a retornar a la dádiva de los recados y los recaderos.

Y si algunos pensaron que por el embate de los cobros los mexicanos nos quedaríamos mudos, o que boicotearíamos el asenso millonario de Carlos Slim, pues se equivocaron, hablamos y siempre, más de la cuenta. Aunque pensándolo bien, no tanto; es decir, ese dicho de que de lengua me como un plato, ya no es tan cierto. Hace unos siete años yo conducía un programa de radio, en horario vespertino y aunque regalaba pases al cine, al teatro, a los conciertos y llegábamos a rifar libros, recibía muy pocas llamadas. El operador de cabina me comentó que la situación era pareja en toda la estación y decía que “antes del servicio medido” un escucha promedio realizaba hasta cinco llamadas al día, en el transcurso de la programación. ¿Sería castigo divino por los concursos que realizaba de pequeño, pero con el beneplácito socarrón de mi abuela?

lunes, marzo 12, 2007

La aristocracia de Santillana en Xalapa

Foto: Antona

Pongamos un cuento, porque si se tratara de fábula, sería muy necesaria la presencia de una moraleja y no creo que lleguemos a tanto. El tema del cuento, o incluso, “crónica”, son los libros y por supuesto, su distribución y comercialización…

Érase que se era un empresario de complexión robusta, gusto por las artes y un desmedido amor por los libros. El tipo sabía leer y lo ejercía a diario, pero como también le jalaba el sonido que hacen las monedas y el deslizarse del papel en la caja registradora, pensó que sería muy buena idea hacerla de “librero”, dejarse de lamentos y fundar su tienda. Y como nuestro héroe no podía negar que en el fondo de su corazón habitaba un don Quijote, llamó a su tienda con el mismo nombre que un pensador muy influyente en la juventud de aquella época: “Librería Mahatma”.

La tienda hubiera sido una más si únicamente ofreciera libros. Era el tiempo en que aún en los supermercados existía un departamento de libros y por lo tanto, asistir a la librería, atraía a menos personas (pero aún a muchas más de las que atraen hoy). Así que el rubicundo empresario ideó que vender discos “alternativos” no sería mal negocio, que incluir una cafetería y dar pie a eventos culturales como la proyección de cine, concursos de ajedrez y charlas sobre diversos temas, serían el anzuelo perfecto para los aburridos de la televisión y las cochambrosas salas de cine. “Mahatma” se convirtió en un concepto, en el prototipo de librería que todos querían tener cerca.

Con el paso de los años, en la gran capital azteca proliferaron las librerías “Mahatma”. Del tímido primer local en una zona colindante con la Universidad Nacional, surgieron otras y otras. Hasta que la fama y los buenos precios —ley de oferta y demanda— animaron a que el empresario decidiera salir de la ciudad que fue islote y encontrar atardeceres distintos. Pero como ese gentil hombre no fundaba supermercados, farmacias o alambiques de pretensiones industriales, su imperio sólo pudo afincarse en las provincias donde no olía únicamente a lo aconsejado por López Velarde: “pan recién horneado”, sino que tenía la necesidad de buscar, sobre todo, centros universitarios, cuyo prestigio fuera de regular a bueno.

Muchos años pasaron para que una “Mahatma” llegara a una ciudad a la que mal apodaron “Atenas” con el endilgue de “Veracruzana”. Háganme el favor, una “Atenas” entre el calor y la serranía, asentada a las faldas del quinto cerro del Altiplano y cuyas instituciones embodegan los libros que producen y donde, por supuesto, reina la democracia. Ajá. Pues aquella tiendita de libros inició con la pretensión de que en algún tiempo fuera tan soberbia como cualquiera de las que abrían sus puertas a cientos de visitantes en la capital azteca. Pero administradores pasaron y aquello no pasaba de una pequeña librería, otra. Mudó de local y sólo el amontonamiento de la mercancía hacía pensar que era demasiado lo que se tenía en existencia.

Si con la intención es suficiente, la “Mahatma” sucursal Atenas, pero no la griega, la Veracruzana; fue cobrando cierta fama y prestigio —también hay fama maligna. Aunque también un gustillo a resquemor porque sus virreyes mandaban quitar la cubierta plástica que protegía a los libros, para evitar la mala costumbre del reetiquetado y poner otra, cubierta y etiqueta. “Seréis como dioses, mientras los aborígenes no os veáis comer”. Pero los conquistadores no siguieron el consejo y pensaban que cuando hay amor, las cosas no se terminan de un día para otro. El caso es que a la muerte del bonachón emperador, nuestro empresario, se formaron dos Romas y los candidatos al trono no escondieron sus anhelos.

Las “Mahatma” fueron vendidas y la sucursal Atenas quedó, por decirlo así, del otro lado de sus hermanastras. Ahora dicen que ha llegado un caballero que recién ha dejado de laborar para el fuerte grupo editorial Santillana, pero ha quedado en buenos términos con ellos. El pronóstico es que vivirá en la Atenas, ya sabemos cuál, no la griega, y aprovechando su amistad con tan importante empresa, inyectará su visión del negocio librero, pues le interesa cierto barco que estaba a punto de irse a pique, y que pese a todo, aún conserva cierta fama y prestigio.

viernes, marzo 09, 2007

El mundo que se mueve, en Ágora

En el corazón de la ciudad de Xalapa se ubica el centro cultural El Ágora de la Ciudad, que es regularmente la sede de las muestras internacionales de cine y de los foros propuestos por la Cineteca Nacional. La ventaja que tiene es doble: cómodas instalaciones y una programación de cine que cumple con la divulgación y promoción de cintas que si bien llegarán a las tiendas especializadas (en formato DVD), difícilmente se verán en la pantalla grande, como Dios manda.

El problema, más ideado que real, es que a este tipo de filmes se les tacha como exclusivos para la gente rara o del medio intelectual. No faltan los comedidos que entienden, claro, que el cine es una mescolanza de cafetería y sala de proyecciones y por lo tanto disociar el aroma a botanas con el hecho de ver una película, les parece una tarea de hartazgo. Bueno, para ellos se han creado los laberínticos espacios que sólo rinden culto a Hollywood en las despersonalizadas plazas comerciales y están bien. ¿Quién desea sentarse junto a mal criado que invierte de sus treinta y cinco hasta sesenta pesos en comer palomitas y sorber plácidamente el refresco, pero a través del popote (otro dinerillo más), o platicar, o hablar por teléfono, o echarse un faje o subir las patas a la butaca de enfrente?

Pero quien entiende que el cine es una mirada al mundo, una interpretación a nuestros sueños y frustraciones más recónditas, sabe que en noventa minutos cabe un cuento a colores y en movimiento. Y precisamente los fines de semana de este marzo, la programación de El Ágora ha incluido tres de las mejores cintas que se proyectaron en la selección de la pasada 48 muestra internacional. Se trata de grandes panorámicas que toman el pulso del mundo que nos rodea: “La revelación de Sara”, “El pequeño Vanya” y “París, te amo”. El calendario de proyecciones se puede consultar en las carteleras (nosotros lo incluimos en sección Hey!).

“La revelación de Sara” es un reflejo del Sarajevo de la posguerra. Se trata de una cinta producida por cuatro países: Austria, Bosnia y Herzegovina, Alemania y Croacia. Fue rodada en el 2005 bajo la dirección de Jasmila Zbanic. En la hora y media que tiene como duración, el espectador asiste al mítico cruce de caminos entre la verdad descarnada o las dulces mentiras. Sara, una niña de 12 años, ni siquiera es fruto de la pasión de Esma, su madre; es una historia sobre las violaciones que sufrieron aproximadamente 20 mil mujeres, durante la guerra de los años noventa, cuando el sexo era también una letal arma para expresar el odio. (Hasta el 11 de marzo).

El otro lado de la moneda, una historia igual de sórdida pero sin la crueldad implícita de la anterior, es la cinta rusa “El pequeño Vanya”. Dirigida por Andrei Kravchuk en el año 2005, también está basada en un hecho real. Vamos de adelante hacia atrás; el 30 de diciembre de 2006, el periódico El País, publicó un reportaje titulado “Dickens en Rumania” donde se contaba que a partir de los cambios de 1989 (que comenzaron con la caída del Muro, en Berlín, el 9 de noviembre) los antiguos regímenes enfrentaron a sus ciudadanos a la fractura económica. La “apertura” provocó abandonos de recién nacidos y tráfico de niños. ¿Qué hacer con un hijo pequeño durante el invierno? Para evitar que muera de frío y hambre, habría que llevarlo al orfanato y muchos de ellos, jamás eran recogidos a la vuelta de la primavera. Pero no fue un tema sólo de Bucarest. (Del 15 al 18).

Y los dos últimos fines de semana de marzo, una cinta facturada a veinte manos (a ver si se la recomiendan al soberbio de Memito Arriaga) que retrata a la Ciudad Luz en dieciocho episodios, pero así como es durante el siglo XXI: “París, te amo”. Cada historia de las dieciocho que conforman la cinta, está basada en un barrio o en un lugar distintivo de la capital francesa, ciento veinte minutos que se van como arena entre los dedos y que corroboran la afirmación de Víctor Hugo, cuando decía que: “París vale una misa”.



jueves, marzo 08, 2007

Benito, el de Guelatao

A nadie le consta si en los días de julio de 1859 hacía un calor endemoniado o si el indio Benito, aunque ya presidente de los intentos de república mexicana pero que no dejaba de ser un zapoteco puro, se había liado a gritos con Margarita Maza porque era la única que lograba acomodarle los cabellos y que el primer mandatario entrase, bien relamido, a las juntas de acuerdo con su gabinete, en Palacio Nacional. A nadie le consta qué desayuno el matrimonio Juárez-Maza en aquellos días de pesadumbre que se venían, porque horas después se firmaban los acuerdos para expedir las Leyes de Reforma.

¿Había necesidad de reformar a un país cuya vida independiente tenía apenas treinta y ocho años? Dicen que Benito era “rojo” y nos consta que masón, que con aquellas leyes hizo que los curas se arremangaran las sotanas y se largaran bien pronto a las europas, de donde habían venido. Rumoran que al licenciado oaxaqueño no le hacían mucha pandorga las ostias, o los dulces de canela con leche y el rompope que preparaban las monjas poblanas y que cuando lo vieron entrar al templo que convirtió en biblioteca una cola larga, purpúrea y con pelos se le escondía por debajo de la levita. Puras mentiras, porque también se atrevían a afirmar que si el señor presidente usaba sombrero de copa era para ocultarse los cuernos de pingo que le crecían de entre las sienes.

Y parecido a la paloma negra, Benito no dormía porque todo se le iba en cavilar la manera de que la Iglesia mexicana quedase en ruinas. Como en ruinas estaban las arcas de la nación por culpa de esos comesantos cagadiablos que sangraban al pueblo. Triunfó este condenado masón porque nacionalizó los bienes eclesiásticos, hizo laicos a los matrimonios, como institución social de frente al Estado; y la jodida eso de que se enterraran despojos en los atrios, por muy cristianos que hubieran sido. Se van de espaldas los mochos al suprimirse las comunidades religiosas y permitirse la libertad de cultos; y sin frailes ni monjas a ver quién le cuida al presidente a los enfermos y a los locos... ¿vendrán los liberales a limpiar babas y bubas o los van a soltar por los caminos de Dios en la republica del diablo? Sí, que mejor los hubieran echado a la calle con su cencerro al cuello, como los borregos que cuidaba el niño Juárez allá en el pinchurriento pueblo de San Pablo Guelatao cuando era pastorcillo.

Pero el Todopoderoso no se anda con angas y mangas y por eso en 1864 nos mandó al archiduque Maximiliano; para que rehiciera al país católico, apostólico y pueril. Que el indio coja su carretita y se esconda porque donde lo encuentren las tropas del mariscal Bazaine allí mero lo fusilan, para que se dejara de cuentos. Nada de que se muriera entonces porque “los valientes no asesinan” y que regresa a los tres años para sentarse otra vez en la silla que tienes coderas en forma de águila y patas como de león y aquí tienen, señores conservadores, señor su Alteza Locuacísima López de Santa Anna de regreso al indio. A ver quién es más necio.

Y dicen que fue angina de pecho o uno de los diablos que se pasaban por sus colaboradores, pero el señor presidente se va muriendo completito en julio de 1872. Y si Juárez no hubiera muerto, pues don Porfirio Díaz no llega al poder y en gratitud a tan humano acto hasta le mando erigir un emiciclo, de mismísimo mármol. Qué respeto entre los individuos y las naciones ni qué ocho cuartos. Al pobre Benito no lo dejan ni descansar en paz porque a cada rato cuando a los políticos de hoy les entra la brama, ahí están, cítale que cita y llórale que llora.

miércoles, marzo 07, 2007

La brujería de Honoria



Cuando baja la “Chipona” al pueblo los señores hacemos de cuenta que ya no existe, que nadien te pasa rozando el brazo y es mejor ponerse a silvar una cancioncita que hacerle caso. No importa que Edelmiro nos eche miradas de pistola, pobre, nos tiene coraje porque todos lo encampanamos para que se la echara al plato. ¿Pero quién iba a saber que el relajo ese iba a acabar en todo esto? Edelmiro estaba en la edad de las calenturas y alguna tenía que bajársela. Además, si Honoria aceptaba su trabajo de buena gana pues el chamaco no la tenía prohibida; además que era bien fácil revolcarse con ella. Yo creo por eso tanta su fama: le pagabas y donde estuvieras, atrás de las milpas, en los solares y así.

Uno sabía a qué le tiraba, era más limpio con ella que con las señoras que tenía la Cata. Honoria nunca se anduvo con remilgos, cargaba siempre su botella de alcohol y un rollo de papel sanitario. En cambio con las otras el asunto era más frío, a plena cosa hasta por leer cuentos les daba. Y así, de plano, no se puede, no hay inspiración.

Eso de la Chipona le vino cuando era más joven. Ahora ya la miras toda flaca, medio chimuela, escurrida de la cara y ojona... hasta parece bruja. Pero antes, mis respetos, ¡qué barbaridad de caderas! Y tenía ojazos, de un café oscurito y cuando se reía, en los cachetes se le formaban dos hoyitos. Una preciosidad de chamaca. Caminaba muy aprisita.

Pues nos gustó a todos. Te estoy hablando de los años sesenta, más o menos. Y por ese tiempo yo tenía un compita. Ya es difunto, Valerio, se llamaba. Pues tenía un defecto: la boca suya era de oreja a oreja. Piensa en las burlas que le hacíamos todos nosotros. Un día temprano, me llega a ver, muy contento porque había dormido con Honoria y más todavía porque según él, ella fue la primera en darle un beso como Dios manda. ¿Para qué nos lo dijo? A él lo dejamos en paz, pero no faltó quien le pusiera la Chipona.

A principios de los ochentas Edelmiro tenía como dieciocho años. Chamaco. Toda la cara, toda llena de barros, hasta te espantabas. Los más viejos le sugerimos el remedio para su grasa: conocer mujer. ¿Qué mejor que Honoria? Y ahí vamos a buscarla, hasta parecía carnaval. Y pasó. Ella se lo cogió allá por el rumbo donde están las milpas. Fue cuestión de volver a verse y repetirse: se arremangó las faldas dejando a los cuatro vientos su panocha. Él se sacó el pito, enrojecido. Honoria sabía su trabajo y lo hizo. ¿Quién diría que el chamaco terminaría enamorado? Hasta fueron a vivir a una ranchería.

Veías llegar a Edelmiro con ropa nueva, con su cara limpia. Fue terco. Por más que le decíamos que esa no era mujer que convenía, que se buscara a una más tierna él estaba necio. Y en una de esas conoció a al hija del Comisario Ejidal. Bonita, grandota. Y se van enamorando. Nada más lo supo Honoria y como fiera, vino a amenazar a la pobre Gloria Le gritó que Edelmiro era suyo, que ella, Gloria, era bonita y con sus encantos podía conseguirse a una persona igual. Y como bien dicen, cuando la mula es pedorra aunque la carguen de santos.

Honoria, ni tarda ni perezosa se movió rápido. ¿Qué brujerías ni qué? Una noche, después que Edelmiro había cumplido con sus obligaciones de caballero, esta mula que le cercena los tompiates. Y ahí anda. Se puso grande como marrano y algunos dicen que hasta perdió la razón. Ora, con ese corte de pelo como de soldado, pues se ve peor. Sí, siguieron viviendo en la ranchería, allí Honoria puso casa de güilas; de putas, pues. Pero el pobre se echó a perder. Cada que viene al pueblo nos mira con odio y nos avienta piedras, nos mienta la madre y ella lo calma como si él fuera un chamaco.

martes, marzo 06, 2007

Harta lana y las imágenes chillonas


Mundo, continente y país de locos. El cambio climático no sólo afecta el entorno sino que también arrasa con el comportamiento de los humanos. Y es que si los ciclos lunares tienen que ver con el arrastre y empuje de las mareas, los astros y los satélites mucho pueden hacer con nuestros pequeños cuerpos. Así que la razón de cabeza y los instintos a como dé lugar, nuestro presumido siglo de la ciencia y la tecnología nada tiene qué envidiarla a cualquiera de esas pinturas endemoniadas de El Bosco, desde el “Jardín de las delicias” a “Las tentaciones de san Antonio”.

En un país donde el presidente de la república gana menos salario que algunos gobernadores no se trata de un gesto de buenas intenciones, únicamente constata que la política es tan buen negocio que a pesar de los problemas que cada administración hereda, todos quisieran gobernar. Si Felipe Calderón, que se recortó el salario, ahora gana 150 mil 530 pesos; estos son libres de polvo y paja, como el del resto de la remuneración que perciben los secretarios de Estado, gobernadores, alcaldes y cabezas de toda administración o despacho. Los dineros que reciben pueden ir directo al cochinito del ahorro, ya que de ellos no sale para los choferes, guardaespaldas, cocineras y hasta postres. O qué, ¿sabemos de alguna primera dama (de gobernadores para arriba) que haga fila en la tortillería, en la tintorería, en el pago anual del servicio de agua potable?

Para colmo, presumiblemente gana más salario que el presidente de la república, uno de los gobernadores de los estados que tienen mayores necesidades sociales (en educación casi está a la par con Veracruz, en los últimos niveles) y me refiero a Zeferino Torreblanca, el jefe del ejecutivo en Guerrero: 148 mil, más bono de productividad. Pero donde superan a Felipe es en Aguascalientes, Tamaulipas, Estado de México y Querétaro. “Gober preciosos” donde quiera los hay.

Y como para arreglar estos desquicios administrativos hace falta un milagro, la Guadalupana escogió, según dicen sus dueños —de esa imagen; la del Tepeyac, Dios nos libre de toparnos con la cólera de Norberto Rivera— una vivienda de madera, lámina y cartón, ubicada en Nuevo Laredo, para llorar “lágrimas de sangre”. Una lección de humildad de la que no se espera menos, si Jesús nació en un pesebre, ¿por qué la virgen querría irse a llorar a las basílicas donde ofician curas botijotes y bien cebados por tantísimos litros de chocolate con “pedigrí”?

La virgen del cromo, ya que no trata de una de “bulto”, sino pintada, comenzó a llorar normal, acuoso y salado, como son las lágrimas. Pero cuenta la dueña del cuadro, María Guadalupe Salazar Martínez, que de unos días para acá, su Guadalupana llora sangre. Y entre que son peras o manzanas los vecinos de la colonia y otros curiosos y fervientes, ya se hicieron peregrinos y dadivosos, pues no se conforman con hacer la visita sino dejar constancia de ella mediante el depósito de ofrendas. Vamos por partes, el cura del lugar, Luis Antonio Romo Esparza, ya dijo que las cosas como ordena y manda la madre iglesia, que “milagros” hasta que el obispo Watty ordene las investigaciones serias.

Hay un detalle, que hasta en el Vaticano hay una burocracia peor que de oficina de Registro Civil. O la virgen sigue llore y llore, o hace un milagro o los peregrinos empiezan a dejar billetes, para que el cura Romo diga a su superiodad: “Padre Watty, háblele a su Santidad y dígale que se apure porque nos están ganado las alcancías”. O la otra es que deje de llorar y pase al índice de las miles de vírgenes que han llorado en México, y me refiero a las pintadas, de bulto, sugeridas e imaginarias.

lunes, marzo 05, 2007

García Márquez cumple 80 años

El tomo segundo del diccionario Hispánico Universal, de trece apartados, dedica el primero a: Biografía, Geografía y materias afines. Las dudas geográficas quedaban bien dirimidas tras las consultas a un libro y no la caótica red de información que suponía Internet. Pero hay que añadir una minucia. El libro del que hablo pertenece a una “decimaprimera” edición del año 1965 y no consigna la palabra “Aracataca”; de arata va directo a arato. Pero como cierto hijo —el más predilecto, tal vez— de aquel lugar enclavado en el departamento de Magdalena, perteneciente a Colombia, aún no era tan, pero tan famoso en la vida pública, y en la vida literaria tan, pero tan imprescindible; los editores no pensaron conveniente incluir a ese pueblo.

Aracataca. 6 de marzo del año 1927. Nace el hijo del boticario y radiotelegrafista del pueblo. Un niño que a los seis años leyó “Las mil y una noches” y que con el tiempo se dedicó a dos pasiones: periodismo y literatura, labores en que le ha ido muy bien. Al grado que sus artículos, crónicas y entrevistas fueron célebres y le adjudicaron un gran número de lectores. ¿De allí se confirma eso de que se trata del “Juglar del siglo XX”? Porque amén de recoger los acontecimientos mundanos pero de interés general y saberlos contar mediante la palabra escrita, a este hombre le sobra una imaginación, pero con una opulencia tal, que se desborda. De allí la confirmación y excelente estrella, la de narrador, la de inventor de historias.

Antes de cumplir los 40 años, Gabriel García Márquez, escritor y periodista, contaba con fama y muy escasa fortuna. Su talento literario como novelista ya no era tema de discusión: La hojarasca (1955); El coronel no tiene quien le escriba (1961); La mala hora (1962). Pero en mayo o julio de 1967 concluye su novela más famosa: Cien años de soledad. De la última enumerada ahora se festejan las cuatro décadas, pero el asunto no quedó allí. Sus posteriores obras más celebradas fueron: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972, novela corta y cuentos); Ojos de perro azul (1974, cuentos); El otoño del patriarca (1975); Crónica de una muerte anunciada (1981). En el año 1982, se le concedió el Premio Nobel de Literatura y la fama llegó al territorio del mito. Eso no aplacó a este colombiano, leído por todos, y por críticos encarnizados, pero que admiten la genialidad que tiene para narrar. Luego vinieron: El amor en los tiempos del cólera (1984); Diatriba de amor contra un hombre sentado (1988, pieza teatral); El general en su laberinto (1989); Doce cuentos peregrinos (1992, cuentos) y Del amor y otros demonios (1994).

Este dos mil siete Gabriel García Márquez apaga 80 velas al pastel y sopla hacia las velas que conducen el navío de su literatura. En cuestión de días comienza a circular la edición de aniversario de “Cien años de soledad”, un esfuerzo editorial que sólo vimos con el cuarto centenario de “Don Quijote de la Mancha” (calculan un precio de 120 pesos como máximo, con ensayos, obra y glosario que abarcan 756 páginas). Pero ¿se trata sólo de un “Gabo” con una imaginación brutal? Los mitos o la mitología no prefieren los detalles técnicos. Pero…

Voy a transcribir un párrafo de un escrito de Conrado Zuluaga, donde podemos admitir que si en García Márquez hay genialidad o estrella o suerte, primero hay trabajo, trabajo y mucho, pero mucho trabajo… “Su primer texto, Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, viene del diluvio en el Antiguo Testamento; La hojarasca viene de Sófocles y la prohibición impuesta a Antígona de enterrar a Polinices; Remedios la Bella va al cielo en carne y alma como en la mitología cristiana: Cien años de soledad es una mitificación de lo real… Nadie podrá ver aquí monotonía, ni dogmatismo, ni fórmula, ni truco alguno, sino variedad, diversidad, flexibilidad, apertura a todos los horizontes de la narración contemporánea, y acercamiento total a los problemas del hombre de nuestro tiempo”.

viernes, marzo 02, 2007

Del amor, y, decepciones, reales y visuales

Imagen: Keith Haring
¿El amor es terrible? ¿El amor da miedo? O simplemente hay que preguntarse si el amor transforma y hasta qué punto esas metamorfosis son capaces de operar en nosotros. Porque si bien no somos los dioses, semidioses y héroes de los que nos habla Ovidio —Las metamorfosis— como para que todo cambio, por mínimo, sea evidente, es obvio que cuando un cuerpo está dispuesto a enfrentar la noción de “entrega”, hay cambios sustanciales que operan en él.

Pero entonces ¿el amor es la capacidad de transformarse para virtud o regocijo del otro, de la persona amada? O ¿el amor es la disposición de aceptar los sacrificios necesarios para que el amado(a) se percate que se está convirtiendo en una especie de deidad —al menos privada— y que para otro de los mortales que se rodea, aunque sea para uno, adquiere matices más que especiales? Cuando uno ama no piensa inmediatamente en el sentido de reciprocidad, ese viene tal vez en el momento de la primera fractura o del primer enfrentamiento pleno con la realidad. Es decir, cuando la primera decepción es evidente, viene como de golpe un recuento de los “sacrificios” obrados pensando en tal o cual persona.

Aquí es conveniente preguntarse: “¿En qué momento me pidió hacer esto o lo otro?”. Sólo trato de afianzar una idea, no hacer demostraciones científicas y menos aún psicológicas, porque se trata de componer una novela, una no-realidad o expresado en otras palabras, una “ficción”. Pero es una condición del amor el sentimiento de desapego, de renuncia a una comodidad o estatus determinados para que entonces, al momento de perder la credulidad o candidez que dota el amor (¿el antifaz?) venga, de inmediato, la primera herida, el primerísimo y hondo dolor. Continúo...

El primer desengaño impacta, siempre se recuerda porque es el “primero”, los que vengan sólo van a confirmar la obstinación o necesidad que el ser que ama, no el amado, tiene para seguir observando otra realidad, es decir, el espejismo. Entonces el “amor” es una idea que nosotros hacemos con respecto a la otra persona, son atributos que le sumamos, habilidades que damos por contado, destrezas que, muchas veces sin que el otro ofrezca motivos para pensarlo, nosotros lo adheridos a esa falsa imagen. A ver, escribo algunos sinónimos o palabras relacionadas con espejismo: ilusión, ofuscación, quimera, alucinación, ensueño, sueño y figuración. Y todas, expresadas solas, sin otras palabras que la acompañen para redondear una idea, conducen a la noción de fracaso, de engaño, y muy pocas de tomadura de pelo.

Pero si ese es el amor, habría que evitarlo a toda costa, porque es una idea que nos lleva a acciones que a la postre nos van a lastimar, a doler, a ofender en nuestra dignidad. ¿Y alguien es capaz de evitar siquiera la idea de amar cuando le llega una oportunidad? Querrá decir que el sacrificio realizado, es decir, “adornar” al otro con capacidades que no son suyas y permitirnos creerlos, ¿nos lleva a la pérdida? Pero entonces es parte de la condición humana e incluso divina: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que el mundo se salve por Él”. ¿O esta idea se muda con el pasar de los tiempos?

jueves, marzo 01, 2007

Primer viernes de marzo, ¿regresos?


El antropólogo Álvaro Brizuela Absalón ha profundizado en los estudios sobre los usos y costumbres mágicos en el sur del estado de Veracruz, específicamente en la región de los Tuxtlas y sobre todo en los poblados de san Andrés, Santiago y Catemaco. De aquel trabajo documental y de campo, el investigador publicó interesantes análisis que aportan sobre las festividades que en aquella región.

Sobre las prácticas, que se atribuyen como mágicas, del primer viernes de marzo el antropólogo ha escrito: “Años atrás... particularmente en la región de los Tuxtlas, los rituales tenían un carácter secreto o privado para lograr la eficacia buscada. Ahora la industria turística se ha querido apropiar de algunos pasajes de las ceremonias a través de curanderos que se apartaron del camino que los preceptos tradicionales ordenaban. Ahora se ha pretendido que el ‘primer viernes de marzo’ sea un espectáculo público, turístico, y deje de ser el ceremonial privado que comenzaba con la visita a los lugares sagrados donde tenían lugar los ritos de paso, donde el especialista cambiaba su estatus y se le confería el poder para actuar en la sociedad en cada uno de los campos de la medicina tradicional y de la magia, trabajando como curanderos o brujos”.

El jolgorio, la fiesta y las cámaras fotográficas se imponen, indiscutiblemente, a la tradición. Pero estos ganchos de regreso a lo natural son los que sirven para que inicie el juego de las distorsiones. Años atrás, la simple creencia en ritos y mitos cuyo origen compartiera “genes” con las tradiciones prehispánicas era un símbolo de atraso, tozudez e ignorancia. Recurrir, aún por los años ochenta, a la medicina tradicional, era un sinónimo de pobreza o de no tener alguna esperanza; pero cuando el mercado echó mano de lo natural y lo tradicional, las cosas cambiaron.

Ahora que casi todo se puede comprar desde la “comodidad del hogar” con una simple llamada telefónica, pues los remedios caseros son cada vez más sorprendentes.

Mañana es un día propicio para recoger hierbas, confeccionar amuletos, hacer juramentos, purificar el cuerpo y buscar a los nahuales e incluso, entrevistarse con entidades sobrenaturales, con Dios o con el Diablo. Como se trata de un día “mágico” se debe ser cuidadoso porque el aire está cargado de conjuros, dicen que es cuando el cuerpo está propenso a recibir malos aires... y los charlatanes, a la orden del día.